La foto

Un homenaje, dijeron. Es gratitud. Y el cinismo retumbó en cada sanitario que no renovaba su contrato

En esta crisis ha habido fotos de todos los colores. Todavía quedarán algunas. Las hubo antes incluso de que la crisis fuera la de nuestras vidas. Premonitorias, las del 8M aquél cuando no se sabía nada oficialmente, e inútiles, las del mitin patriotero del mismo día. También los aplausos en los balcones, los cuerpos sin protección de los sanitarios, los ataúdes en morgues improvisadas, las calles vacías, las ciudades cerradas, las miradas asustadas. Y otras, que no suman nada, innecesarias, inoportunas. Igualan en la tontería a reyes ausentes, presidentes vanidosos, presidentas aceleradas, líderes de la oposición perdidos y mercachifles de tres al cuarto. Y con esto también hay que lidiar.

Ifema ha sido una acción colosal. Un ejemplo de gestión rápida y eficaz en el comienzo de una emergencia sanitaria, desconocida en su dimensión y alcance hasta ahora. En mi opinión, ha supuesto la mejor demostración del éxito de la coordinación y el silencio. Solo trabajo, todos a una. Madrid, golpeadísimo entonces por la pandemia, colapsaba. Una estructura enorme se puso en pie en días, sin un prurito de orgullo gestor. Salvo unos minutos gratuitos de Rey, Ifema comenzó. Se montó y empezó. Punto.

Las fotos relevantes son las de las vidas salvadas en la intimidad de su alegría. Días atrás, aparentemente más lejos de nuestro futuro próximo el colapso sanitario, Ifema terminó su función. Esperanza. Quienes reprochan la impostura televisada de la improvisación nuestra de cada día, pero caen en lo mismo, no pudieron evitar llenar de focos los pabellones para reivindicarlo como propio. Apelotonados, vendiendo motos. Un homenaje, dijeron. Es gratitud. Y el cinismo retumbó en cada sanitario que no renovaba su contrato. Mismos perros, distintos collares. Idiotez contagiada.

El país afronta desde hoy una nueva coyuntura que será dramática en muchos casos. Lo que queda por delante es solo cuesta. La empezamos a divisar cuando todavía no hemos coronado este pico. Pero es que el Covid y sus consecuencias no es una sola montaña, sino una escarpadísima cordillera. Los genios de la lámpara la llaman fases y nueva normalidad. Da igual. Pasa. Quédate con lo esencial. Es tremendo, sí, pero no tienes más remedio que tirar hacia delante, con lo puesto si es preciso. Conforme a las normas, aunque sean imperfectas, inconexas y frágiles (las que sirvan se mantendrán; las que no, irán cayendo). No cabrán excusas, lo harás con arreglo a tu esfuerzo personal y a tu responsabilidad cívica. Aferrados. Eso solo depende de ti.

La única foto que me importa es la de tu salida y tu superación. Esa mándamela, que yo te enviaré la mía. Haremos un álbum que cuente. Y no pierdas tiempo en advertirles que no necesitas sus fotos presumidas. Lo saben. Que haremos otras sin ellos, también. Rómpelas.

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