Un gobierno de salón

El PSOE ha ninguneado la figura del Ayuntamiento hasta hacer que muchos ciudadanos hayan olvidado para qué existe

Aalgo más de ciento veinte días de la próxima convocatoria a las urnas, para elección de las nuevas corporaciones municipales, el Ayuntamiento de Granada sigue mostrándose como una máquina burocrática desde la que, a muy duras penas, se continúan prestando los servicios que, por ley, están obligados todos los ayuntamientos, a la vez que la ausencia de fantasmas en los patios, galerías y estancias de aquel viejo convento, que fuera otrora del Carmelo, está en clara consonancia con un gobierno que se viene distinguiendo por tener mucha más ambición que ideas solventes, al menos ocurrencias y desde luego capacidad. Y ello a la vista del devenir de los últimos dos años y ocho meses en que el PSOE, con el voto de toda la variopinta izquierda municipal granadina y los de los cuatro concejales de Ciudadanos, condonó una alcaldía para el Partido Popular -electo mayoritario- colocando a Paco Cuenca en el sillón de corregidor de la ciudad y al partido de Pedro Sánchez a hibernar en el viejo caserón consistorial.

Han sido -están siendo- sin duda alguna, los dos años y ocho meses más aburridos, indolentes y tediosos de los últimos tiempos municipales. El PSOE ha conseguido lo impensable: ningunear la figura del Ayuntamiento hasta límites absolutamente insospechados. Muchos ciudadanos han llegado a perder la memoria de para qué existe el Ayuntamiento.

Desmanteladas sus principales actividades como motor cultural de la ciudad, la ciudadanía pensante y preocupada no desea sino propuestas de programa. ¿Qué hacer con la institución? A los cerca de tres años de haber accedido al gobierno, el PSOE no ha hecho nada más notable que quejarse de una ruina, cuyas dimensiones nadie sabe -si es que realmente es ruinosa la situación- porque estas son las horas que no se ha llegado ni a sacar a concurso la auditoría externa que, con visos de solvencia y verdad, informase del certero estado de las finanzas del Ayuntamiento, tal y como se había prometido. Nada, ni eso.

Durante estos años de gobierno socialista, desdibujada toda iniciativa cultural de calado y distinción del municipio, Granada se difuminaría mucho más como Ciudad de la Cultura, si no hubiese sido por las iniciativas privadas y el verdadero carácter cultural al que es propenso el natural granadino o por aquellas actividades veteranas de prestigio y tradición. Con estas ejecutorias dificultosamente puede el PSOE comparecer de nuevo. Hasta ahora, ver ver, lo que se dice ver, sólo hemos visto un gobierno de salón y un alcalde de pasarela. ¿O no?

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