crónica personal

Pilar Cernuda

La gran boda

ARDE metafóricamente España con manifestaciones selectivas en el sector de la Educación, protestas políticas no porque lo diga Esperanza Aguirre, sino porque se nota a la legua, se centran en las comunidades gobernadas por el PP y con pancartas que denuncian situaciones que no se corresponden con la realidad -¿por qué no las convocaron los sindicatos cuando Zapatero aprobó recortes abrumadores en ese mismo sector hace meses?- y arde también metafóricamente España con las declaraciones de gobierno y oposición que, esta vez, son coincidentes: el año que viene será peor que éste.

Sin embargo, esta España doliente, asustada, de cinturón apretado hasta la extenuación, se ha tomado un respiro para vivir en primera fila una boda de connotaciones novelescas y final de perdices: la que se ha producido en Sevilla, en Dueñas, en la casa de Alba.

Boda con tinte de cenicienta, en masculino, y sobre todo con un tinte rompedor. No se trata de hombre maduro, viejo -hay que llamar a las cosas por su nombre- que matrimonia con una joven belleza, sino que estamos ante la boda de una mujer madura, vieja -hay que llamar a las cosas por su nombre- que matrimonia con un hombre 25 años más joven y que hasta el momento, después de cuatro años de polémica relación, ha mantenido el tipo a pesar de las especulaciones sobre su actitud interesada.

Ha devuelto la ilusión a una de las mujeres más populares de España y ha aceptado con naturalidad el hecho de que ella repartiera en vida su patrimonio, sin que Alfonso Díez estuviera incluido en el reparto. No vivirá con estrecheces el resto de su vida, es obvio, pero si se acercó a Cayetana con fines exclusivamente económicos, no se ha notado. Sin embargo, a su lado, Cayetana Alba ha superado un delicado estado de salud, ha abandonado la silla de ruedas, se ha puesto el mundo por montera una vez más y ha conseguido que sus allegados aceptaran lo que al principio consideraban inaceptable. Seguramente ha habido sonrisas forzadas en la ceremonia y en la posterior celebración, pero a Cayetana se la veía feliz, que es lo que desea la gente que la quiere, y desde luego es lo que deseaba su ciudad, Sevilla, que se ha volcado con una de sus ciudadanas más ilustres. Si no es la más.

Cayetana Alba forma parte de la historia de España, pero también de su crónica social, y de la cultural. Mujer de rompe y rasga sobre la que se han contado multitud de historias, su mérito, su atractivo, está en su concepto de libertad. Libertad por encima de todo, sin más límite que el que marca el respeto a los demás. Libre para vivir, viajar, celebrar, sufrir, vestir, peinarse y relacionarse como le da la aristocrática gana, desde la reina de Inglaterra al más genial de los cantaores o bailaores gitanos.

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