Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Desde la grúa

LAS cinco personas que se encaramaron a una grúa en Las Gabias para reclamar a un constructor, en nombre propio y en el de otros diez profesionales, el pago de una deuda de 1,7 millones de euros eran, al mismo tiempo, trabajadores, subcontratistas, autónomos y empresarios. De todas estas formas se les ha denominado en las crónicas aparecidas en los medios informativos sin que ninguna incurriera en contradicción. Lo que las autoridades laborales llamaron en un énfasis de descubridores de Amércia "autoempleo" ha creado una clase mixta, entre obrero y patrono, que con la recesión está padeciendo las precariedades de los empleados y las incertidumbres de las empresas. En muchos casos, el trabajador autónomo no es más que un buscavidas o un operario que no ha logrado que un empresario clásico le dé de alta en la Seguridad Social y que, para normalizar legalmente su situación laboral, no tiene más remedio que integrarse en esa tercera vía.

Los profesionales de Las Gabias escalaron por la grúa para reclamar el pago de una vieja deuda. Dos de ellos coronaron los 45 metros de altura y otros tres ascendieron a la mitad. Fue un espectáculo raro. Una mezcla entre santos estilitas (los eremitas que moraban en lo alto de una columna y era auxiliados por los pájaros) y de los empobrecidos de repente que en el crac de 1929 ascendían a las terrazas de Wall Street para culminar su desesperación.

Hemos dicho que los escaladores eran, al mismo tiempo, obreros, subcontratistas, empresarios, etcétera, pero de lo que nadie duda es de la condición univoca del deudor: era constructor, un tipo que compra solares, hace casas, las vende y que ha contribuido a la gran verbena de la especulación cuyos confetis y serpentinas cubren hoy fatalmente la economía. En unos casos más que otros, desde luego. El caso del constructor Pablo Chinchilla, el dueño de la grúa y del solar de Las Gabias, imputado por un delito de estafa y otro de coacción, es representativo. También trató de subirse a la grúa para mostrar una serie de pagarés de la empresa Hufrago que a su vez no ha podido cobrar.

Lo acontecido en Las Gabias pertenece al catálogo de sucesos de los nuevos tiempos de la recesión, un catálogo sorprendente e interclasista que, por ahora, incluye desde un empresario arruinado que decide atracar bancos a dos ladrones hambrientos que, destornillador en mano, roban a un chico un pollo asado (el pollo de Carpanta) y un par de latas de cerveza.

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