El lanzador de cuchillos

Contra las guapas

El 'barbijaputismo' odia a las mujeres guapas, y no quiere que las televisiones las enfoquen ni que las piropeen los albañiles

Todos nos congratulamos de verlas, libres por fin, en las gradas de los estadios de Rusia. Y comprobamos que las mujeres iraníes son, además, bellísimas. Pensábamos que en Occidente se habían quitado definitivamente el velo, pero la FIFA, presionada por la Nueva Inquisición, volvió a ocultar sus rostros. Las cámaras cubrieron con una cortina ominosa la alegría y la luz de esas mujeres liberadas. Y no volveremos a verlas en próximos campeonatos. Los ayatolás y cierto feminismo las prefieren sumisas y escondidas. A las persas y a todas las demás. Gracias a la hipocresía de Infantino y de las televisiones -el Mundial lo vimos en España a través de esa cadena que a la hora del almuerzo subasta carne de hembra entre machitos tatuados- el fútbol ha vuelto a convertirse en un espectáculo sólo para hombres. El Estadio Luzhniki, en la retransmisión televisiva de la final, parecía el Bernabéu de los tiempos de Di Stéfano y el NO-DO: sólo faltaron el humo de los puros y los anuncios de Soberano. Hay quien asegura, incluso, haber escuchado en el descanso aquella canción frívola de Rita Pavone que hablaba de domingos, partidos y mujeres que se quedan en casa.

El barbijaputismo -la franquicia local del estomagante me too- odia a los hombres, pero odia mucho más a las mujeres guapas. Por eso no quiere que las televisiones las enfoquen ni que las piropeen los albañiles. El resentimiento, a menudo, se disfraza de lucha social porque la filantropía, aunque sea hemipléjica, está mucho mejor vista que la envidia. Si las mujeres, además de guapas, son de derechas, o de centro, como Arrimadas, les pueden caer encima cincuenta manadas, que no saldrá una sola pancarta a la calle. Porque el feminismo -que nadie se engañe- no defiende la dignidad de las mujeres, sino sólo la de las mujeres de izquierdas. No lo digo yo, que le temo a la PTP (Policía Tuitera del Pensamiento) más que a un nublao: lo dijo Juanjo Millás, el gurú de la progresía, en un artículo de El País, en el que reconoció -a buenas horas, mangas verdes- que un grupo de mujeres socialistas que lo invitó a cenar le confesó que a Nevenka Fernández (la concejal de Ponferrada, acosada por el alcalde, ¿se acuerdan?) la dejaron sola porque el feminismo pensó: "Que se joda, que no hubiera sido guapa y de derechas". Literal.

El lobby violeta vetó a las mujeres en la final televisada del Mundial de Rusia. Pero una de ellas lideró la resistencia. Una señora rubia, guapa, diestra y católica. Y presidenta de su país. A Cristina Fallarás le da algo.

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