Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

La guerra Cultural

Los vientres de las mujeres son los nuevos campos de batalla y la soberanía nacional y su mandato está en venta

Están los cuchillos en alto entre las ideologías heredadas del siglo XIX y XX. Una vez que la lucha de clases dejó años atrás de ser material de combate, vemos como todo se ha reducido a una cuestión cultural en la que la económica parece superada toda vez que las nóminas sustanciosas de los progres y de los carcas solo bailan unos cientos de euros arriba o abajo. Ahora se batalla en los despachos, las familias y la calle por los colorines de las cosas, estando ya las cosas mismas garantizadas en sus derechos de uso y propiedad, y estando ya esta última falta de debate alguno.

Se asemeja esta nueva pelea por colocar el discurso propio como dominante a las diferencias ya solo de matices de la gran democracia de referencia, la americana, donde demócratas y republicanos viven en los barrios altos donde se pelean por dictarle las normas al resto de la plebe allá abajo, en el mundo real del que ellos solo escuchan los ecos lejanos.

La batalla ha cambiado de escenario. Los vientres de las mujeres son los nuevos campos de batalla; la soberanía nacional y su mandato está en venta a cambio de unos votos, digan lo que digan la Constitución y otras zarandajas que solo se invoca cuando sirve de apología al propio mensaje; la identidad de género se escoge convertida en un super lleno de avatares; la violencia se tilda según los matices de quién es quien arrea la primera bofetada o de quién son los hijos, si de la madre, del padre, del municipio, del Estado o de la comunidad autónoma, sin importar quién paga finalmente los gastos diarios; de si abrimos las fronteras para que entren todos al asalto pero de buen rollo o las cerramos a cal y canto con alambradas de egoísmo para que esto sea solo para los que acrediten ser nacionales.

Así estamos, en esta democracia del espectáculo en la que solo dominan el cotarro los que saben ser los mejores showman. El Estado y quien lo ocupa es quien quiere marcar no ya solo los comportamientos externos, sino sobre todo las conciencias de unos y otros.

Mientras tanto, algunos contemplamos este triste espectáculo donde la verdad, individual o grupal, poco importa, y menos aún el respeto a la libertad individual, esa sospechosa para cualquier régimen de todos los tiempos que hará lo que sea por cargársela.

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