Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

La guerra como decorado

La guerra de Ucrania, como todos los desastres, dejó de ser reclamo informativo y pasó a tercer o cuarto plano

Vamos hacia la banalización del mal a pasos agigantados. El límite entre realidad y ficción quedó dinamitado hace ya mucho en la sociedad del espectáculo que se consolida y aparecen shows como el de Zelenski y su esposa en la portada de una revista. La guerra puede convertirse en eso, en un simple decorado de unas fotos con las que ganar (o perder) audiencias, la otra guerra que se libra entre Rusia y Ucrania. Todo vale para vencer en esa otra batalla y Zelenski también entró a ese trapo, equivocándose esta vez, claro.

La esposa del presidente Zelenski protagonizaba aquel extenso reportaje de estupendas fotografías en las que aparecía como una proto-heroína entre los hierros retorcidos. Con un estilismo sobrio pero elegante, posaba luciendo un buen peinado de cuidado estilismo y mejores modelitos que le favorecían un rato. Los posados la mostraban firme y bella, como una valquiria decidida a plantar batalla al enemigo y hacer resurgir la llama de la Ucrania desolada desde esos escombros que contrastaban con su gris absoluto con la belleza de la protagonista. También aparecía en actitudes de esposa amorosa y unida al líder, cómo no, como esa mujer que debe apoyar al héroe de un país en guerra que mira con seguridad a la cámara. También se la han comido a críticas las feministas, claro, siempre al quite. Ha errado el tiro Zelenski, nunca mejor dicho.

El derecho a verse guapa de las dirigentes es algo que causa una y otra vez sonrojo en los partidos y gobiernos. Personalmente, nada que reprochar a unas mujeres que quieren verse vestidas de aquella que sueñan ser. Solo que ese capricho interfiere con la función que desempeñan y ahí surge el engrudo de ideas y la sensación amarga de uso fraudulento de la fama. Están guapas pero no debieran estarlo tanto entre el dolor y el llanto. Por estética y sobre todo por ética. Chirría.

Más allá de la anécdota, la guerra de Ucrania, como todos los desastres, dejó de ser reclamo informativo y pasó a tercer o cuarto plano. Empiezan a escucharse las voces incómodas que repartían la maldad entre los bandos. Ni Putin un demonio ni Zelenski un santo. Cada uno con sus argumentos pero a bombazos. Fracasando en una guerra que viene de hace años y que no era solo cuestión de buenos y malos. Ni de caros vestidos y peinados.

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