El hábito de la tía difunta

Al 13 le llaman 'el autobús de las viudas' porque lo que más van son señoras a ponerles flores a sus maridos difuntos

Una vez hice una serie de crónicas sobre las conversaciones que oía en el autobús. Recuerdo que me salieron unos escritos muy jugosos porque escuchaba de todo, desde el chica que iba en el Cuatro y le contaba a su amiga sus peripecias nocturnas a la gitana del Ocho que le explicaba a una vecina el loro tan educado que tenía porque daba los buenos días y las buenas noches. "¡Cucha con el loro!", exclamaba asombrada la vecina. Ahora, desde que vamos con mascarillas, las conversaciones han disminuido tanto que ya no dan ni para una crónica. Mi amigo el escritor Javier Pérez Andújar me decía que el viajero del autobús es la quintaesencia del individuo y que representaba la verdad litúrgica: somos pasajeros y estamos de paso. Javier me contaba que en los autobuses había oído las conversaciones muy surrealistas, como aquella en la que oyó a una mujer decir que a Franco lo que le faltó fue tener un hijo varón para que heredara su dentadura. No se lo explicaba mi amigo hasta que al final comprendió que lo que la mujer quería decir era 'dictadura'.

Ayer mismo, para rememorar mis crónicas de autobuses y para recordarme a mí mismo que estoy en esta vida de paso, cogí el 13 y subí al cementerio. Como era el Día de Todos los Santos y Difuntos iba atestado de gente. A esta línea también la llaman 'el autobús de las viudas' porque lo que más van son señoras a ponerles flores a sus maridos difuntos. Y los vecinos de Lancha de Cenes dicen que en esa barriada viven con cierta tranquilidad porque si te pones malo el 33 te lleva al hospital y se te pones peor el 13 te lleva al cementerio. Fue en esa línea en la que oí una de las anécdotas más divertidas que haya oído en la vida. Resulta que una mujer pidió a sus sobrinos, a los que apenas conocía, que quería ser enterrada con un traje que había en una caja blanca en el desván. Cuando murió, los sobrinos, aunque asombrados por la petición de su tía, cumplieron con el encargo y la enterraron vestida con el traje de gitana que encontraron en la caja blanca. A los pocos días y al hacer una limpieza en el desván, encontraron otra caja blanca que estaba más escondida y en la que había dentro un hábito de la Virgen del Carmen con una nota: "Para el día en que me muera".

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