El lanzador de cuchillos

Una historia real

El otro día, mientras desayunaba, Fernando vio en la tele a Juana Rivas y a su famosa asesora y me llamó para contarme su historia

Esta es una historia real. La de un hombre al que llamaré Fernando. Fernando tiene cuarenta años y se casó hace diez con Irene, una chica de su pueblo a la que dejó embarazada y apenas conocía. Se instalaron en un piso alquilado, y al poco vino el primer hijo, David; Nicolás, el segundo, llegó un año más tarde. Contra todo pronóstico, los primeros meses de convivencia fueron buenos, pero pronto ella mostró un carácter depresivo y difícil, que se agravó con el tiempo. Fernando, que es celador de un hospital, se entregó al cuidado de su mujer y de sus hijos, renunciando a la promoción laboral y a los escasos amigos con los que aún tenía contacto. Pero su vida se convirtió en un infierno de reproches y malos modos. Hasta que un día, Fernando, de natural sumiso, decidió divorciarse. Dos semanas después le llegó una denuncia por maltrato a su hijo mayor, que sintió como una puñalada, porque el crío, con problemas desde que nació, era su ojito derecho. Irene había llevado al niño al médico, y este diagnosticó, basándose en el relato de la madre, "tristeza compatible con maltrato psicológico" y les remitió a los Servicios Sociales de la Junta, donde una trabajadora rellenó un formulario en el que daba por hecho el maltrato, sin haber escuchado siquiera al padre. Irene contó, además, que Fernando bebía todos los días una o dos copas de vino y la asesora del Centro le abrió los ojos: su marido era alcohólico. Y, además, representaba una amenaza para ella y para sus hijos, por lo que le aconsejaba presentar denuncia contra él.

De repente, Fernando se había convertido en un borracho, un violento y un maltratador. Daba igual que sus compañeros lo hubieran elegido recientemente representante sindical por su capacidad y su compromiso en el trabajo: para los Servicios Sociales era un hombre peligroso, valga la redundancia. Y carne de juzgado.

Irene, sintiéndose social e institucionalmente respaldada, no dudó en utilizar todo tipo de medios -por obscenos que resultasen algunos de ellos-, como utilizar a sus hijos en grabaciones manipuladas- para incriminar al padre. Después de meses de calvario judicial, el forense concluyó que el menor no presentaba secuelas emocionales propias del maltrato, por lo que Su Señoría dio carpetazo al asunto. Pero Fernando no ha vuelto a ser el mismo.

El otro día, mientras desayunaba, vio en la tele a Juana Rivas y a su famosa asesora y me llamó para contarme su historia. "Por si quieres escribir algo", me dijo. Parece que tengo fama de temerario.

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