La colmena

Magdalena Trillo

La hora de los fabuladores

CONTAR historias. A eso nos dedicamos los humanos desde el inicio de los tiempos. Durante milenios de forma oral, luego recurriendo a las pinturas de las rocas, más tarde dando el salto a la escritura y hoy con múltiples pantallas que se cruzan y conectan entre sí. Recuerda Carlos Scolari en su último libro sobre Narrativas Transmedias cómo fue esa capacidad de ficción lo que dio ventaja competitiva a nuestra especie ofreciéndonos las herramientas necesarias para imaginar escenarios futuros y prever situaciones críticas. Más que homo sapiens, argumenta el experto en Comunicación, somos homo fabulators. Ylo que nos encanta es escuchar, ver y vivir buenos relatos.

En Periodismo tenemos un pacto sagrado con nuestros lectores: lo que contamos tiene que ser verdad; debemos hacer lo posible para que lo sea… De unas historias somos testigos, de otras tenemos papeles que lo corroboran, siempre están las fácilmente contrastables pero hay algunas, tal vez demasiadas, que se construyen sobre las declaraciones de sus protagonistas, la honestidad y la confianza mutua. Nosotros creemos en nuestras fuentes y les pedimos que ustedes también lo hagan. Como prueba de ello, en televisión le mostramos al personaje hablando, en la radio incluimos un corte de sus palabras y en los periódicos y en las webs recurrimos a algo tan sencillo -y tan fundamental- como unas textuales con sus frases exactas.

Al libro de Pilar Urbano le sobran las comillas. No sé si todas o casi todas pero, salvo que haya podido grabar conversaciones privadas, confesiones íntimas y hasta pensamientos, sus Desmemorias sobre Adolfo Suárez no se sostienen. No si se presenta como el resultado de un riguroso trabajo de investigación periodístico y no cuando se lanza al mercado y a la opinión pública justo cuando la mayoría de los protagonistas han muerto y no pueden confirmar ni desmentir su 'historia'. Dice la Casa Real que es "pura ficción", IU irrumpe proponiéndole al Rey que acuda a los tribunales y el hijo del expresidente pide la retirada del libro por reproducir la famosa fotografía de Don Juan Carlos y Suárez caminando de espaldas cuando uno ya no puede recordar y otro quiere olvidar…

En el libro de Pilar Urbano sólo falta que hable el perro del Rey. Pero, cuidado, no es "imposible de creer" como asevera Zarzuela. Por muy interesada que sea su revisión de la Historia, son muchos los que siempre han visto al Rey como el Elefante blanco del 23-F y son cada vez más los que lo quieren creer hoy. Puede que nos falten muchos ángulos de este capítulo de la Transición pero ¿por ello ha de ser falso lo que sabíamos hasta ahora? Es más, dejando de lado la parte más morbosa y novelesca del libro, poco aporta la periodista a trabajos anteriores de enorme solvencia como la Anatomía de un instante de Javier Cercas.

¿Importa algo? Creemos lo que queremos creer. Nada importa para los homo fabulators que hemos consentido prostituir el ideal de la verdad por lo verosímil. Nos conformamos con la apariencia de verdad y a veces ni eso. La verdad también está en crisis. Tanto como los programas electorales que nadie cumple, las promesas que han dejado de causarnos desconfianza -poco queda ya que se 'pueda prometer'- y los discursos que se van levantando sobre el eco de la oquedad del márketing.

La crisis de la verdad es, además, de ida y vuelta. Maquillamos de verdad lo que no lo es y miramos para otro lado cuando molesta. Los inmigrantes encaramados en la valla de la vergüenza de Melilla, en el escaparate de la desesperación, son el rostro de esa verdad incómoda que nos asalta con la insistente impertinencia de los lamentos de la tragedia y que es mucho más fácil digerir si la sumergimos entre el thriller de mafias y las vaguedades de los diplomáticos en las cumbres.

Ni siquiera estamos a salvo de las fábulas que no lo son y deberían. Estoy pensando en la 'fuga' de Aguirre. Sería más plausible inventar su huida que leer en los periódicos cómo, en cuestión de horas, la lideresa del PP ha pasado de pedir disculpas a exigir la 'cabeza' de los agentes por machistas y abuso de la autoridad. La moraleja de esta fábula debería ser la 'no ejemplaridad' pero ni siquiera esta regla se cumple ya en nuestra descreída e inoculada sociedad. ¿Piensan que tendrá algún coste su soberbia y su arrogancia más allá de la multa? Permítanme que lo dude. No para los homo fabulators que deambulamos ávidos de historias huyendo de las verdades que duelen; buscando verdades descafeinadas que poder creer.

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