Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Nosotras, las huelguistas

Los políticos están tan desprestigiados que sus declaraciones de apoyo a la huelga la perjudican

En España hemos sido descarados machistas, por defecto, hasta hace pocos años. En los 80, en una reunión del Secretariado de CCOO, según me contaron, se concedió la palabra a la compañera del Área de la Mujer, cuando faltaban cinco minutos para terminar. Era lo habitual. La sindicalista planteó que los hombres ganaban un 30 % más que las mujeres. El secretario provincial del Sindicato, un hombre mayor, purificado y santificado por las aguas de la represión franquista, paternalmente, con afecto, le dijo que lo que tenían que hacer las mujeres era luchar para que "sus hombres" no perdieran el trabajo. Las profesoras universitarias que comenzaron por aquellos años a realizar estudios de género, eran miradas por algunos colegas con condescendencia displicente. Cuando no tuvieron más remedio que aceptar la importancia creciente de estos estudios, comenzaron a apuntarse a un feminismo, al que habían llegado con retraso, pero que enseguida intentaron liderar como jefes de departamento, catedráticos o titulares de sus asignaturas. Sin muchos conocimientos. Algunos hicieron el ridículo. La huelga de hoy, imparable, internacional, transversal, ha obligado a todo el mundo a pronunciarse. De pronto todos somos nosotras. Desde las religiones, hasta los partidos políticos. Por lo visto, la Virgen hubiera estado de acuerdo con la huelga, según un obispo, mientras que otro afirma que la ideología de género perjudica a las propias mujeres y es cosa del diablo. Los políticos conservadores, preocupados porque están perdiendo a los pensionistas, han intentado agarrarse al tranvía del feminismo para obtener votos. Y los de izquierdas, creyéndolo suyo, intentan encabezar el movimiento de apoyo a las huelguistas. Quizá no sepan, unos y otros, que la política está tan desprestigiada que "sus declaraciones de amor" las perjudican más que las ayudan. Las mujeres aparecieron masivamente en la vida pública de la mano de las dos guerras mundiales que dejaron sin obreros las fábricas y sin funcionarios las oficinas. Antes de las dos guerras, mujeres fuertes, inteligentes y tesoneras, habían luchado para disponer de algo más de 5 minutos en un mundo de hombres. Sus aportaciones y logros ayudaron a la progresiva instalación femenina en lo público. Se ha avanzado mucho, pero no hasta el punto de que, todavía, todos seamos nosotras.

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