Rosa de los vientos

Pilar Bensusan

bensusan@ugr.es

El ideal granadino

Su consecución pasa por conseguir una tierra de progreso y no de desigualdades e injusticias territoriales

Después de leer -con el mérito de no haber enloquecido- el delirante El ideal andaluz del exacerbado y mesiánico Blas Infante, en el que otorga a los andaluces orígenes asiáticos, e invoca a los Kimris, Manco-Capac y el rey Chapeo en un batiburrillo antropológico para convencer a sus desorientados lectores de una identidad andaluza por él inventada, creo que no hay que convencer a nadie de que en esta región granadina nada tenemos que ver con Sevilla y sus satélites cercanos.

Y es que frente a un imaginario ideal andaluz, realmente existe un ideal granadino, fundamentado en una identidad propia muy distinta de la andaluza, y en un territorio y en una historia marcadamente singular y enraizada entre sus habitantes, que nos distingue sobremanera de Andalucía.

Hace poco comentaba algunos de los factores clave que más nos alejan de ella: latifundios con señoritos, frente a minifundios; riqueza frente a pobreza; tierra llana y abierta frente a tierra alta de gentes cerradas; jarana y folclore frente a seriedad y austeridad; arrogancia y prepotencia frente a sencillez. En definitiva, ausencia de empatía, o empatía bastante incómoda con el tipismo sevillano, alimentado antaño por Infante y ahora por el régimen.

Pero el ideal del granadino de los albores del siglo XXI también pasa por el pesimismo consciente y constante de ver cómo se frustran todas nuestras aspiraciones y proyectos, a pesar de la potencialidad y riqueza de nuestro Patrimonio histórico, de nuestra cultura, de nuestro turismo, de nuestra gastronomía, de nuestras costumbres, de nuestra gente y de nuestra historia.

Las leyendas negras de la indolencia granadina, de la falta de emprendimiento, de las fortunas muertas, de la tierra del chavico y de la malafollá han construido una imagen falsa de nuestras gentes, valientes, laboriosas y conscientes del legado recibido, que ha sido bien aprovechado por los detractores de Granada y partidarios del centralismo sevillano, que, temerosos de que nuestra región recupere el lugar que le corresponde, han acaparado todo tipo de beneficios para su Andalucía.

La consecución del ideal granadino pasa pues por conseguir de nuestra tierra una tierra de progreso y no de desigualdades e injusticias territoriales y por construir una propia autonomía que logre materializar el desarrollo y la riqueza para sus ciudadanos que nos han negado Sevilla y Andalucía.

Nada pues más lejos del falso ideal andaluz que el ideal granadino.

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