La chauna

José Torrente

no todos somos iguales

ADVIERTO de inicio que no me parece mal que la gente salga a la calle a protestar por lo que considere conveniente. Pero me llama la atención cómo la presunción de inocencia (ese lujo) galantea generosa en el poblado progresí cuando de griñanes, pepiños y demás campeones se trata, pero escupe sus vísceras de izquierdista manera, a pancartazo limpio, cuando miran hacia los más "aderechados" hijos de la política. Guardan la ira contra los mangantes propios, que los hay, y fogan sólo contra los ajenos. Entiendo su cabreo, pero observo que, para ellos, es un alivio que el presunto sea de derechas. Eso les ayuda a salir a la calle con más comodidad y a desempolvar la pancarta con celeridad. Es como una oportunidad que se dan los idealistas e imaginarios de izquierda para salir a la calle a limpiar su mala conciencia.

Con las Filesas aquellas de recargo financiero, la cal viva, los sobresueldos de Felipe pagados de los fondos reservados, los Eres de Griñán, o con las que lió Zapatero al Estado del Bienestar, y no hubo ningún asedio a la sede de su partido. Y hubo casos y cosas como para que todos los españoles saliéramos en fila de a uno, en peregrinación hacia la Moncloa a pedirle al cachopandi de turno que fulminara su carrera política de veloz manera. Sirva tan sólo el agujero del déficit que el de León dejó en herencia como dato objetivo que explica lo mucho que hizo por hundir a España en la dificultad que la encontraron sus sucesores.

No se trata de defender a nadie que utilice el truco contable o la panacea de su poder político para llevárselo calentito desde cualquier partido. Toda repulsa y condena es poca contra ese ventajismo interesado y vejatorio de la política en su más amplia expresión de servicio. La tribuna política tiene sus pilares resquebrajados por la acción del viento huracanado de la crisis, pero éste es el momento indudable para mejorar las leyes que garanticen la transparencia máxima, tanto en la sociedad civil como en los partidos políticos.

Yo no voy a esconder el sudor y la sangre que han construido la libertad y la democracia de la que hemos disfrutado hasta ahora. Y tampoco voy a amagar el aliento hacia los que trabajan hoy para sacarnos de esta maldita crisis. Es muy justo que la sociedad tenga unos servidores públicos exentos de cualquier sospecha. Pero no todos los que estamos en PP, PSOE o IU somos iguales.

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