El lanzador de cuchillos

Los imbéciles

¿Por qué prosperan en la política o las empresas? La respuesta es sencilla: la inteligencia ya no nos sirve

Seguro que usted se lo ha preguntado muchas veces, viendo las noticias en la televisión o al repasar su timeline en la red del pajarito: ¿por qué en el mundo hay tantos imbéciles? ¿Y por qué prosperan con esa facilidad en la política o las empresas, alcanzando tan a menudo puestos de relumbrón? La respuesta es sencilla: la inteligencia ya no nos sirve. El ser humano la ha dejado atrás, como hizo en otro tiempo con el rabo (con perdón), los pelos del cuerpo (con numerosas excepciones) y el caminar a cuatro patas, aunque he leído en un periódico amarillento que lo del andar simiesco se vuelve a poner de moda en algunas ciudades chinas porque, según un comité de expertos, ayuda a mantener en forma los músculos de la espalda y a prevenir aerofagias y flatulencias.

La inteligencia se ha convertido en un lastre. Lo explica Pino Aprile en un ensayo poco canónico sobre la evolución humana: "Es sólo un medio -cómodo mientras sea útil, pero provisional- para garantizar la supervivencia del hombre. El raciocinio ha sido el puente inventado por la evolución para conducir a nuestra especie a las condiciones que asegurasen su permanencia". Una vez cumplida la misión, el talento se puede desechar.

¿Y qué hacemos con los inteligentes que, a pesar de todo, continúan naciendo? Acabar con ellos. La selección no es sólo natural, es también cultural. Desde hace miles de años, el homo sapiens viene elaborando comportamientos y sistemas sociales orientados a eliminar a los mejores. Si nos atenemos a lo que relatan los poemas homéricos, los héroes aqueos que fueron masacrados bajo los muros de Troya eran los más fuertes, los más preparados, los de mayor coraje. Sólo los que destacaban en valor, inteligencia y nobleza de sangre fueron seleccionados -la palabra es de una siniestra precisión- para la empresa. El primero en morir fue Protesilao, el mejor de todos. En casa quedaron los descartes (en minúscula): los tontos, los inútiles, los cobardes. Fue a ellos a quienes correspondió la tarea de proveer a la continuidad de la raza. Y de los griegos a Pedro Sánchez y Donald Trump. En estas primeras décadas del siglo XXI la estupidez ha derivado en pandemia y se extiende a la velocidad de las pocas luces. El imbécil es el rey de nuestro mundo porque no tiene conciencia y va diez pasos por delante: como un eyaculador precoz del entendimiento, cuando tú empiezas a pergeñar la excusa del dolor de cabeza, él ya se está fumando el cigarro.

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