Aunque la pandemia ha dejado graves secuelas en casi todos nosotros, son quizás los niños y adolescentes, además de nuestros mayores, los que más han sufrido y están sufriendo los efectos de esta. Al margen de la durísima época del confinamiento, donde de forma súbita y casi sin despedirse los menores dejaron de ver a sus compañeros de clase y amigos, reduciendo la interacción social exclusivamente a la familia conviviente, los trastornos de ansiedad y depresión casi se han cuadriplicado en niños y adolescentes desde que comenzara esta crisis sanitaria. Se ha registrado además un preocupante ascenso del número de suicidios sobre todo entre estos últimos. La inactividad física, la falta de socialización, la incertidumbre de un futuro negativo y el miedo a contagiarse, son también otros factores clave que han impactado de forma negativa en la psique de este grupo de la población, altamente vulnerable. El aislamiento social ha hecho que muchos de ellos estén tenido un uso abusivo de las redes sociales, invirtiendo más tiempo en las pantallas y menos tiempo en realizar ejercicio físico. Hecho este último que también ha disparado las tasas de obesidad infantil, ya bastante altas antes de la pandemia. Los niños y jóvenes que habitan en las zonas geográficas, donde mayor incidencia ha tenido la pandemia y aquellos cuyos familiares directos han estado en primera línea, han sido sin duda los más afectados desde el punto de vista físico y psicológico.

Tenemos ahora la responsabilidad de revertir esta situación anómala, fomentando de nuevo la realización de ejercicio físico desde las administraciones, los colegios y los propios padres. Hemos de exigir la apertura sin restricciones de los parques de las ciudades y de los espacios de ocio en estas. Es un contrasentido que aún hoy permanezcan cerrados algunos parques infantiles, mientras se permite un aforo pleno en bares, restaurantes, estadios de fútbol y en conciertos multitudinarios. Así mismo, desde las administraciones locales sería útil peatonalizar determinadas calles varios días a la semana para promover la actividad física de toda la población. Y los padres deberíamos también promover estos hábitos saludables, limitando el tiempo que pasan nuestros hijos pegados a las pantallas de los dispositivos (tabletas, móviles etc.), dificultando así las graves adicciones y la falta de creatividad que ya se están describiendo entre niños y adolescentes, debido a la reiteración de estas conductas sin un adecuado control parental.

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