la tribuna

Jorge Jordana Butticaz

La industria alimentaria

LA alimentación es una necesidad universal de todos los seres vivos, hecho que le otorga una trascendencia de tal magnitud que las diversas maneras de conseguir los alimentos y la propia naturaleza de los mismos se han ido convirtiendo en impulsores de nuestro propio desarrollo como individuos y como sociedad.

La aparición de la agricultura y la ganadería hace 12.000 años supuso un antes y un después para el ser humano y, por supuesto, para el sector de la alimentación. Fue en ese momento cuando la sociedad se vio capacitada para ir manipulando las especies animales y vegetales, bien por medio de la selección o bien aprovechando mutaciones espontáneas, con el objetivo específico de cubrir sus necesidades alimenticias, entre otras. A partir de ahí, aparecieron técnicas que han tenido y tienen gran importancia dentro del ámbito de la alimentación, como el secado, que supuso una primera transformación de los alimentos; la adición de sustancias como la sal o los azúcares dirigidas a la conservación, o la fermentación.

La racionalización de todas estas técnicas, junto al desarrollo de nuevas tecnologías y el continuo apoyo del conocimiento y de la ciencia, es, en resumen, lo que hoy constituye la industria alimentaria. Pero a lo largo de su evolución ha ido sumando otros objetivos también relevantes, como asegurar la inocuidad de los alimentos, mejorar las condiciones nutritivas de los mismos, buscar aromas y sabores para que la alimentación pase de ser una necesidad a ser un placer o a satisfacer las nuevas demandas del consumidor actual. Este desarrollo, paralelo al avance experimentado por la sociedad a lo largo de los años, se recoge en el libro Implicación social de la industria alimentaria, editado por la Fundación Alimentum.

El peso de la industria alimentaria en la sociedad también tiene su reflejo en cifras económicas. Como datos globales, cabe destacar la producción bruta del sector en 2010, que alcanzó los 80.000 millones de euros, lo que representa algo más del 16% del total industrial y viene a ratificar que es el mayor sector industrial de España. Además, el sector emplea a 500.000 trabajadores, el 17% de todo el empleo industrial y el 2,5% del trabajo nacional.

Estos valores resaltan la competitividad de la industria alimentaria a nivel nacional, pero también en el entorno internacional, europeo y mundial. Otro ejemplo viene dado por el índice de cobertura del comercio exterior sectorial, que mide la relación entre lo exportado y lo importado, que se cerró para ese mismo año en un 104,78%, lo que vuelve a confirmar la industria alimentaria española es de los pocos sectores de nuestra economía que compite satisfactoriamente en el mundo globalizado.

Todo ello no hace sino reflejar el continuo esfuerzo que realiza la industria alimentaria para ofrecer al consumidor productos dirigidos a cubrir sus necesidades, que han ido cambiando con el paso de los años, y que en la actualidad se centran en productos más funcionales y con aportaciones de nutrientes específicos. La gran apuesta en I+D+i es lo que ha propiciado que hoy podamos acceder a categorías de productos que no existían anteriormente, a una mejora notable de las técnicas de preparado, y a unos alimentos que buscan cada vez más la sostenibilidad y una adaptación a las nuevas formas de vida y estructuras familiares de la sociedad actual, que cada vez es más rigurosa y centra sus demandas en mejoras nutritivas y saludables.

Otro de los aspectos a destacar es el carácter colaborador del sector de la alimentación y bebidas con las autoridades competentes en aspectos muy relevantes para el consumidor y su bienestar, yendo incluso un paso por delante de las instituciones en algunas ocasiones. Fruto de esta colaboración, surgió la creación en el año 2000 de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), el primer organismo especializado en la evaluación científica de los riesgos y que instauró la trazabilidad como instrumento básico para retirar del mercado aquellos productos sospechosos o de dudosa seguridad.

Junto a esta acción, cabe destacar también la actitud responsable del sector como impulsor de la creación del código de autorregulación sobre condiciones exigibles a la publicidad de alimentos dirigida a niños, el denominado Código PAOS; o la puesta en marcha de la Estrategia NAOS, dirigida a la prevención de la obesidad y el sobrepeso, y al fomento de la actividad física.

De la mano de la industria alimentaria también nacieron las guías sectoriales necesarias para la aplicación del Análisis de Peligros y Puntos de Control Crítico, destinado al control de alimentos en el que era el nuevo Mercado Único Europeo; y la Red de Alerta, cuya finalidad es la de comprobar la inocuidad de los productos de cara a la seguridad del consumidor.

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