Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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La insumisión de la militancia

Las militancias están a punto de declararse insumisas y de apostar, incluso, por el "no" a la mili(tancia)

La militancia está alicaída. Incluso rebelde. A punto de declararse insumisa y de pedir la supresión del servicio obligatorio de militar a las órdenes de condestables, sargentos primeros -¡de los de "Sí, Señor!-, secretarios locales de los partidos, secretarios provinciales o nacionales o papas de Roma. En mi familia se daba mucho la insumisión de los fieles militantes cristianos. Y llegados a un punto de hartazgo, muchos de ellos se declaraban independientes de las autoridades religiosas locales o romanas y sólo admitían órdenes directas de la autoridad suprema, que, prudente y ocupada en otros rincones del Cosmos, no apareció nunca por mi casa para dar órdenes o tomarle la lección a nadie. En las corporaciones, sean una mutua de seguros o cualquier iglesia, te lo ponen muy fácil a la hora de entrar. Te atiborran de promesas y de bonus para que compres la entrada de acceso a un paraíso en sus diferentes formatos o un seguro a todo riesgo que cubrirá cualquier contingencia. Pero cuando estás dentro de un partido o acogido a un seguro, ya las cosas no son tan de color de rosa como te las plantearon al principio. El sistema más organizado de militancia y de los que mejor se conoce el funcionamiento, porque lleva 2000 años enrolando gente, el cristianismo, inventado por San Pablo, ofrecía a los militantes, a los cristianos que estén en gracia de dios, unos servicios extraordinarios que van de meter goles a disfrutar de un asiento en primera línea de la playa celestial. San Pablo, un genio de las comunicaciones y del marketing, lo llamó CMC (Cuerpo místico de Cristo). Luego cuando la cosa no funcionaba y se te moría reventado el mulo en el bancal o ganaba el equipo contrario, te daban unas explicaciones muy complicadas de por qué Dios permite el mal en el mundo. Los partidos también han prometido el oro y el moro a sus militantes. La igualdad, la libertad, la fraternidad, la desaparición de las clases sociales, el estado del bienestar, sanidad para todos; escuela, vivienda y justicia cabal. Pero como las ondas que provoca una piedra arrojada en un estanque que, primero, son altas y poderosas y, conforme se alejan del centro, se hacen débiles e imperceptibles, los bienes de que han disfrutado los dirigentes de los partidos y sus familiares y amigos, conforme se alejaban del centro del poder, iban debilitándose o desapareciendo. Y la militancia se está hartando y denunciando públicamente el incumplimiento de las grandes promesas. Despolitizándose y echándose en brazos de los instintos básicos, amar y descabezar langostinos de Sanlúcar antes de engullirlos.

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