Pitido final

Luis Carlos Peris

Ya todos iremos con el Getafe

La forma en que cayó el equipo del Sur de Madrid ha logrado que ahora se le multipliquen los seguidores

ABBONDANZIERI, majete, qué faena te cargaste, qué cantada más increíble, qué espanto. Aunque hubo quien acuñó la especie de que el fútbol es un juego de once contra once en que siempre gana el alemán, lo cierto es que el portero argentino influyó de forma decisiva para que el Getafe, ese ya segundo equipo de todos los españoles, se quedase con cara de tonto y la miel de entrar en semifinales europeas en los labios. Se repitió, y por dos veces en el mismo partido, aquel gol de un defensa de apellido impronunciable, Schwarzenbeck, a Miguel Reina en la final de Copa de Europa del año 1974 en Heysel.

Antier noche nos recordaba el Getafe a aquel Atlético de Madrid de Luis, Gárate, Irureta, Heredia, Ayala que le daba sopas con honda al Bayern de Beckenbauer hasta un minuto fatídico, el último de la prórroga. Lo de Getafe en la noche fría del jueves de Feria de Sevilla, fue una edición corregida y aumentada, pasó dos veces en los dos últimos minutos de un partido que ya está en la historia de las más grandes frustraciones cuando debió entrar en la épica de las mayores gestas que en el fútbol han sido, que jugar dos horas con uno menos y llevar siempre la partida de mano hubiese sido para enmarcar el partido y para llevar al Getafe al mejor cuadro de honor conocido.

Cuando el primer empate nos entró un sentimiento de fastidio, pero con el segundo parecía que el gol me lo habían metido a mí. Anteriormente a ese gol de Toni que metía a los bávaros en el bombo de semifinales de Copa de la UEFA, cuatro minutos antes, no era el sentimiento de que haber encajado uno mismo el gol, sino que el Pato Abbondanzieri se convertía en el futbolista menos querido del Universo. Una pifia de ese calibre en un momento de tanta trascendencia es imperdonable en un portero de la veteranía del argentino. Sus lágrimas tras el hecho le eximen del anatema, pero qué patoso este Pato, qué inoportuno. Así y todo, ya todos somos del Getafe, Ge-ta-fe.

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