La tribuna

tomás Navarro

El islam desenfocado

NORUEGA ayer y Austria hace dos meses atrás han prohibido a Estados donde no se respeta la libertad de religión que éstos puedan levantar templos religiosos en su territorio. La medida afecta a la Arabia Saudí, Catar, Kuwait, Emiratos Árabes y a otros países donde la libertad de culto está prohibida incluso bajo pena de muerte. Tampoco la Federación Rusa permite a estos países que le levanten mezquitas de su cuerda en sus territorios. Pero, sin embargo, no se les prohibe a sus ciudadanos nacionales de religión islámica que con sus recursos propios sí puedan elevarlas. Así en la propia Moscú se acaba de inaugurar la gran mezquita moscovita, eso sí, sufragada por los ciudadanos rusos de religión islámica que no mantienen vínculos económicos o doctrinales con el "islam extranjero", dígase, el proveniente de la secta islámica wahabita saudí, catarí, kuwaití o emiratí.

La extensión de un islam desenfocado de su evolución en la modernidad y anclado en preceptos y conceptos que se basan en una aplicación de la ley islámica cruel, degradante e inhumana que ofende a los derechos humanos más elementales donde el verdugo real decapita de un tajo a personas acusadas de delitos sin derecho efectivo a su defensa no agrada en democracia. Sin duda todo esto ha pesado y mucho a la hora de que gobiernos democráticos preocupados por la extensión del radicalismo yihadista hayan visto un peligro real en las fundaciones, mecenazgos y financiación de templos religiosos, que provenientes de estos países antidemocráticos, tienen deudas pendientes con la libertad religiosa ya que en ellos no se respeta a los ciudadanos de otras religiones, sino que se les persigue con saña.

Los enormes recursos económicos provenientes de las energías fósiles que le han generado a estas dictaduras y tiranías árabes unos beneficios astronómicos hacen posible que en función de sus creencias medievales tengan por misión la extensión a nivel mundial de su ideario islámico como fórmula de penetración en las sociedades "infieles". La meta final siempre es la aspiración universal a la conversión en masa de las mismas que, según su doctrinario wahabita, debe de ser sólo a su concepción islámica donde no puede existir más interpretación religiosa que la que ellos promueven. Todas las demás las consideran "heréticas" y por tanto a ser exterminadas por su fe ciega en un islam que no concede perdón ni tregua a los que se niegan a someterse a él. Así nació Al Qaeda, así nació Daesh, así nació Al Nusra o Ahrar Sham o Al Fath… y el masbaha (rosario) de virus letales de un islam diseñado para el exterminio de quienes lo nieguen o lo contraríen en su "única verdad". Así cualquier nacionalista árabe o magrebí que aspire a la modernidad, a la libertad o a la democracia será objetivo, por impío, de su "policía islámica". Y si es cristiano o musulmán shií directamente si no se somete será sacrificado públicamente. Esto se practica al día de hoy tanto en los países más arriba citados como en los territorios que Daesh controla con una crueldad extrema tanto como hace Al Nusra y las demás "fuerzas opositoras" a los gobiernos árabes antiyihadistas de Damasco y Bagdad.

La extensión de este islam desenfocado y de periferia sangrienta castra allá donde se asiente a las demás corrientes musulmanas que evolucionan en los países democráticos impidiéndoles sus crecimiento, ya que el poder económico del islam más radical no conoce límites para asentarse con todos los privilegios que las democracias despistadas o ignorantes le suelen dar a sus "grandes inversores". Esta paradoja Noruega, Austria o Rusia ya la han despejado, pero no lo hacen otros Estados europeos que, como España, permiten sin cortapisas que se sigan proyectando templos en su territorio de un "islam para la guerra". Ya es hora de que el gobierno y el Parlamento de España que surja de las urnas el próximo 26 de junio aborden y legislen sobre cómo impedir que las satrapías árabes que nadan en oro negro utilicen su inmenso poder para extender su versión degradante de un islam agresivo y castrante cuando ellas castigan con suma crueldad a los disidentes allí donde gobiernan. La libertad no puede ser utilizada maquiavélicamente para permitir a unos lo que ellos no permiten. La libertad de culto y de religión en las democracias deben de hacerlas extensibles a aquellos Estados que no se sonrojan no permitiéndolas ya que, su implantación, conlleva la persecución y exterminio de las demás corrientes religiosas islámicas donde normalmente rechazan al doctrinario radical wahabita. España debe de exigirle a estos países ricos en poder económico y miserables en democracia que o bien permiten la libertad de religión es sus territorios o no se les da autorización para gobernar mezquitas y templos bajo su yugo castrador. Y pensar ya en confiscar aquellas que no respetan la declaración universal de los derechos humanos y donde su epicentro saudí, kuwaití, catarí o emiratí es el que nombra a su imán o director para su "quinta columna" ya sea en Madrid o Granada.

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