Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Una joven Constitución

La generación de la princesa Leonor esperamos que tenga, al menos, otros 40 años de paz y libertad

Ha sido un acierto celebrar el pasado miércoles, en el Instituto Cervantes -institución que dirige el poeta granadino Luis García Montero-, un acto conmemorativo del 40 aniversario de la aprobación por las Cortes Generales de la Constitución española que abriría las puertas de una nueva España democrática que salía de cuatro décadas de dictadura y represión. La princesa de Asturias, que por vez primera hablaba en un acto público, el día que cumplía 13 años, leyó el primer artículo que dice: "España es un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político", añadiendo que "la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado", para concluir que "la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria". El presidente del Gobierno abordó el artículo segundo, sobre la indisoluble unidad de la nación española, "patria común e indivisible de todos los españoles". Siguieron leyendo el resto de los representantes de los poderes del Estado, los padres de la Constitución, Pérez Llorca y Miquel Roca, y los líderes de los grupos parlamentarios, excepto los socios de Sánchez, Unidos Podemos y los independentistas catalanes, enemigos de la actual configuración política.

El acto fue oportuno, en unos momentos en que algunos grupos políticos -no sólo los independentistas- pisotean una Constitución, más vigente y necesaria que nunca para hacer frente a los ataques internos, y piden la abolición de la Monarquía, "por no ser una institución democrática", olvidando, no sólo su papel decisivo en momentos claves -recordemos quién paró el intento de golpe del 23-F de 1981-, sino que la Constitución que la avala, fue refrendada con muchísimos más votos -en Cataluña alcanzó el 90%- que la suma total de los grupos que hoy cuestionan su papel representativo del Estado, fuera de las luchas políticas, que, en muchos casos, refleja la altura intelectual y moral de sus representantes.

Cuarenta años no son nada para una Constitución en un país civilizado. Podrá reformarse, pero sin perder sus valores esenciales y, sobre todo, cumplir con sus principios básicos. Esperamos que la generación de la princesa Leonor tenga, al menos, otros cuarenta años de paz y libertad.

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