Cambia, todo cambia

Las kellys

Si el problema es la contrata, las trabajadoras deberían entrar en la plantilla del hotel ABBA

Aunque todo empezó antes, el cierre del Café Suizo en 1986 y su conversión en una hamburguesería fue el punto de inflexión que anticipó la Granada del siglo XXI. Una ciudad con un patrimonio extraordinario y con una vitalidad envidiable lleva décadas transformándose en un parque de atracciones para el consumo y el turismo de masas. El Suizo es la mejor metáfora de todo esto: mantiene su catalogación patrimonial y su estructura arquitectónica, pero hace más de tres décadas que su esencia desapareció, quizás para siempre. Sólo nos queda el cascarón porque, dentro, el capitalismo globalizado no ofrece más que comida rápida totalmente opuesta a la vida lenta y los placeres largos del histórico café.

Y, como siempre, los beneficios son para una multinacional que trae productos lejanos a precios bajos, gracias, entre otras cosas, a que los salarios lo son aún más. Igual ocurre con las grandes franquicias que han desplazado al comercio tradicional, o con los grandes capitales del turismo que han impuesto un modelo de negocio basado en la masificación y en la precariedad laboral. Granada se ha vendido a la actividad turística global expulsando al mismo tiempo a la población local que no puede pagar los precios internacionales, sobre todo quienes trabajan en el mismo sector que los expulsa de la ciudad.

Los casos más extremos no admiten metáforas. Las Kellys, Las Ke LYmpian los hoteles cobrando sueldos de miseria constituyen uno de los eslabones más débiles de la cadena. Son invisibles porque están dentro de los edificios, y su trato con quienes nos visitan es distante y esporádico por obligación. A pesar de desarrollar una función esencial, no suelen formar parte de la plantilla de los hoteles y pertenecen a empresas que subcontratan sus servicios. Esta desvinculación dificulta mucho que reconquisten derechos laborales y sobre todo sindicales. Sus salarios son los más bajos del sector, y sufren atropellos como el que actualmente afecta a las Kellys del Hotel Abba en la Avenida de la Constitución. La dirección de este establecimiento se niega a pagar y a readmitir en sus puestos a estas empleadas por estar vinculadas a una empresa conflictiva para el hotel. La solución está clara: si el problema es la contrata, las trabajadoras deberían entrar en la plantilla del hotel porque, aparte de injusta, esta forma encubierta de despido podría ser fraudulenta.

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