Un mundo feliz

Federico Vaz

¿Y qué si no leen?

CuÁNTAS bienintencionadas paparruchas sobre el supuesto drama de que nuestros chavales no leen! Comprensión de la lectura es lo que falta a tanto analista espontáneo del informe Pisa, que no denuncia la desafección de los adolescentes por los libros y sí el mismo mal que padece tanto comentarista, que leen y no se enteran. Lo que debe preocuparnos es que, se enmascare como se quiera, la educación en España es cochambrosa. Allá las ministras y consejeras interpretando los datos como un seguidor de Nostradamus encaja los acontecimientos a las profecías para que se cumplan. Lo de la consejera Martínez es incluso artístico: "Si Andalucía aparece a la cola de las diez comunidades analizadas no es la última, sino la décima". ¿Qué leyó de pequeña esta señora que se quedó así?

Siempre entristece que se proclame sin sonrojo "yo no leo"; pero no hay tanta diferencia entre las estanterías familiares de antes, llenas de libros que nadie abría jamás, y las paredes lisas de los salones de hoy. Sólo que el libro como objeto de decoración ya no está de moda. Y no, no todo está en los libros.

Un espléndido especial que a los ochenta años de la Generación del 27 dedicó Babelia el sábado me aclara por qué no es tan dramático ese desinterés por los libros: Dos poetas, Alberti y Dámaso Alonso, se reencuentran en 1977 rodeados de los dibujos de José Caballero; el cartel cubista de Manuel Ángeles Ortiz para el Concurso de Cante Jondo levanta polvareda en la sociedad granadina; la camioneta de La Barraca lleva el teatro por una España que no sabe leer; están la música de Halffter, las películas de Buñuel; hasta los muebles de Hermenegildo Lanz, que pueden verse en la soberbia muestra sobre la Generación de Plata de la Casa de los Tirosý ¿Todo eso no forma ese conglomerado de lo audiovisual -o de lo no impreso- que asesina la lectura? ¿Acaso la Generación del 27 inició la destrucción de la literatura que han culminado los videojuegos, la tele e internet?

No, lo que ocurre es que La Celestina y el Cantar de Mio Cid son un truño para un chaval de catorce años de 2007, se me pongan como se me pongan, que la lectura se plantea en el aula como un castigo. Llevar a una clase de bachillerato a la exposición -multimedia, claro- que sobre Rimbaud puede verse en La Casa Encendida de Madrid y que los chavales reconozcan su propio nihilismo adolescente en El cuaderno de los diez años del poeta francés sí es ganar adeptos a la poesía. Si luego leen los libros o miran los versos en una web es intrascendente. Si se ha disparado el interés de los chavales por las historias de piratas que escribieron Salgari o Stevenson a raíz del éxito de la saga de Hollywood Piratas del Caribe,¿es eso malo, es una banalización? Creo que lo banal es el inmovilismo y que cada uno lea como le venga en gana o no lea.

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