La vicepresidenta Carmen Calvo ha propuesto en la Comisión de Igualdad en el Congreso de los Diputados que quienes son miembros de la academia de la lengua elaboren un informe que determine si la Constitución está redactada en un lenguaje que refleje por igual la realidad de hombres y mujeres y qué fórmulas podrían modificarlo, en caso de que no sea así.

Se trataría de asegurar una redacción con un lenguaje inclusivo que "refleje mejor la realidad de la sociedad actual y que al tiempo ayude a no perpetuar una mirada masculina sobre los asuntos de interés público".

Esta propuesta ya ha generado el lógico debate entre las personas que son miembros de la academia de la lengua, donde hay quienes están de acuerdo con esta iniciativa y quienes no lo están. Es llamativo el caso del académico Arturo Pérez-Reverte que ha prometido en la red social Twitter abandonar la institución en caso de que la academia de la lengua ceda a este intento de "domesticar" a esta institución.

Estoy seguro que este tema dará lugar a una agria polémica en la que unas y otras personas opinarán según su punto de vista. Veremos, como en el caso de Pérez-Reverte, algún que otro comentario o posicionamiento despectivo a un asunto en el que el feminismo tiene (desde mi punto de vista) toda la razón.

Porque el lenguaje que solo refleja la mirada masculina del hombre sobre las cosas condiciona (junto a otros factores) y, a veces incluso de manera directa, los comportamientos individuales y machistas que afortunadamente la sociedad hoy comienza a rechazar de una manera cada vez más clara.

El lenguaje evoluciona con la propia sociedad y es por eso que la academia de la lengua trabaja desde hace decenios en asegurar que se incorporen al acervo lingüístico aquellos términos y aquellas expresiones que la mayoría de la sociedad utiliza de manera anticipada. Ello enriquece nuestra lengua y favorece la comunicación en la comunidad lingüística de la que formamos parte.

Que haya ideología en el planteamiento de la vicepresidenta, en este caso ideología feminista, no invalida la reflexión ni hace menos necesario el eventual cambio en la redacción de la Constitución. Y, además, el propio debate que se está generando por más que pueda tener planteamientos más o menos agrios, ayuda a reflexionar sobre cómo podemos seguir luchando contra el machismo y cuales son los mejores instrumentos para ello.

Aunque sólo fuera por eso, ya habrá merecido la pena que el Gobierno haya propuesto esta iniciativa. Eso si, quienes se sitúen en el debate desde la perspectiva del desprecio a la propuesta, además de hacer un sonoro ridículo harán un flaco favor a su profesión si son escritores. O escritoras. Allá ellos. O allá ellas.

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