Una llamada al pasado

Limpiando un cajón, encontré un tarjetero con decenas de tarjetas de visita que alguna mez me habían dado

Estamos en tiempos de revolver cajones y en los que creemos que la imaginación es la única que nos puede salvar del aburrimiento. El lunes, limpiando uno de los cajones, encontré un tarjetero con decenas de tarjetas de visita que alguna vez me habían dado los titulares de las mismas en aquellos años en los que aún nadie tenía una lista de contactos en el móvil, sencillamente porque no existía. Casi todas las tarjetas eran de personas que trabajaban en alguna empresa y que me las dieron en su momento confiando en que yo alguna vez los llamara. Tarjetas de esas en las que se pone el nombre y debajo su puesto en la empresa. Así que, para entretenerme más, me puse a llamar a las empresas y preguntar por esas personas.

Al primero que llamé fue al gerente de un concesionario de coches con el que hice cierta amistad cuando hacía informaciones de Economía. "Lo siento, ese señor ya no trabaja aquí", me dijo el de la centralita. En otros sitios ni siquiera sabían quién era el requerido, a pesar de que algún día fue un directivo de la empresa. En muchas empresas ni siquiera cogían el teléfono, seguramente porque eran negocios que ya no existían o que estaban cerrados por la crisis del coronavirus. Resultaba entretenido buscar fantasmas.

De pronto vi una tarjeta mía de cuando era jefe del Gabinete de Prensa del Ayuntamiento de Jaén. De eso hace casi 40 años. Fue cuando se formaron los primeros consistorios democráticos. Entonces tuve una idea: ¿Y si llamo y pregunto por mí? No sé, a lo mejor alguien se acuerda de que yo trabajé ahí, me dije. Llamé y se puso una chica de voz dulce y recurrente. Le pregunté por mí y me dijo que esperara.

-Es que estoy mirando la relación de personas que trabajan aquí y ese señor no está -me dijo.

-Pregunte por favor, en el Gabinete de Prensa por si alguien me puede decir adónde puedo encontrarlo.

-¿No podría usted llamar cuando acabe este lío del coronavirus? Es que aquí hay trabajando muy poco personal.

-Es que es urgente -le mentí.

-Espere un momento.

La chica me tuvo en espera unos tres o cuatro minutos con una musiquilla que creo que era de Schuman o de Bach, vaya usted a saber. Cuando volvió, dijo

-Lo siento, me dicen que ese señor por el que pregunta murió hace un par de años.

Entonces colgué rápidamente y me prometí no hacer más experimentos de esos, por muy aburrido que esté. Jo.

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