Y llegó la paridad

La decisión del nuevo inquilino de Downing Street ha atemorizado a propios y extraños

Cuando salieron los resultados del Brexit, en las elecciones de junio de 2016, y se decidió su salida de la Unión Europea, probablemente nadie en el Reino Unido y en Gibraltar pudiera prever un error de cálculo tan apabullante: habían provocado la paridad de la libra y el euro. Evidentemente el efecto no fue inmediato y ha sido el tiempo el que ha ido llevando, poco a poco, las aguas a un nuevo cauce, que los ingleses ni esperaban ni deseaban lo más mínimo. Pero jugar con fuego tiene esos impredecibles resultados y ahora tendrán que ver como lo encajan.

La decisión del nuevo inquilino de Downing Street de suspender el parlamento británico, y su confirmación por parte de la reina, ha atemorizado a propios y extraños. Es difícil encontrar en una democracia antigua como la inglesa estos golpes de mando tan autoritarios, asignándose prerrogativas por encima de los representantes públicos. Que recuerdos nos trae de los golpes de mando de Chavez o Maduro en Venezuela, hasta alcanzar el poder absoluto e imponer la dictadura. Pero el Reino Unido ha entrado en una deriva imposible de reorientar, y el próximo mes de octubre puede ser el final de una reconstrucción europea, de la que los demás países nos sentimos orgullosos.

Hace años, unos importantes centros comerciales españoles ofrecían en su entrada un curioso cartel: "Queda terminantemente prohibida la entrada de nuestros queridos amigos los perros". Esa sutil ironía de enfrentar prohibición y cariño ha vuelto a usarla el primer ministro inglés Boris Johnson: "Impondremos la inmediata ruptura sin acuerdo con nuestros queridos amigos de la UE". Desde luego no ha sido muy original el juego de palabras, pero si así trata este individuo a sus amigos, o familiares cercanos, debe ir muy solo por la vida.

Para los británicos que viven con nosotros el problema será mayúsculo. De entrada, la obligatoriedad de contratación de un seguro médico privado, para ciudadanos de países no comunitarios, puede disminuir en varias decenas de miles los usuarios de la sanidad pública andaluza. Probablemente ahora se entienda la multitud de clínicas internacionales que empiezan a abrir sus puertas en los municipios costeros. Pero para estos ingleses, que ni siquiera se esforzaron en aprender otro idioma porque el suyo era el dominante, encajarlo será un suplicio. Esperemos que en otro referéndum se lo piensen mejor.

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