En su éxito Que no se rompa la noche, un impetuoso Julio Iglesias completaba su súplica con un esclarecedor "que no llegue la mañana". Desde luego que con puestas de sol como esta se entiende perfectamente el ruego. Y es que nada como la caída del sol septembrino, con ese cálido color a caballo entre el amarillo y el naranja que colorea todo cuanto toca, para entender que se pueden hacer "locuras nuevas con el amor que nos sobre". Sobrar nunca sobra, pero que no nos falte nunca el prodigio de artistas como el bueno de Julio.

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