La madre confinada en el cielo

El niño entró en una espiral de tristeza porque por mucho que miraba por todas partes no conseguía ver a su progenitora

Los columnistas a veces vamos con los ojos como rastros y con los oídos prestos en busca de historias que llevar al papel o al ordenador. Es nuestra naturaleza. Nos convertimos, como he dicho en alguna ocasión, en voyeur de la realidad. El otro día un amigo me invitó a tomar un café y en mitad de la charla me contó una cosa sobre su nieto que me pellizcó el corazón. Les cuento. El hijo de mi amigo se quedó viudo hace unos seis o siete meses en que murió su esposa. Un cáncer fulminante se la llevó cuando estaba en la flor de su vida, tal y como se dice cuando alguien muere en plena juventud. El matrimonio tenía un hijo de cuatro años e iba a por la parejita cuando la mujer cayó enferma. Al morir la madre, el niño entró en una importante espiral de tristeza porque por mucho que miraba por todas partes no conseguía ver a su progenitora. Cada vez que el niño preguntaba por ella, tanto el padre como los abuelos y los tíos, le explicaban que su mamá estaba en el cielo y que desde allí ella lo veía todos los días.

El padre pasó el confinamiento solo con el niño y entre los dos soportaron los mejor que pudieron la falta de la fallecida. El niño de vez en cuando le preguntaba a su padre si su mamá estaba también confinada en el cielo y éste le respondía que sí, que allí estaba. Una noche, mientras ambos veían una película de dibujos en la tele, el padre le prometió a su hijo que le iba a llevar a Disneyland a ver a Micky Mouse, del que el niño es un fan. El niño se alegró mucho. Así que cuando terminó el confinamiento el padre no tuvo más remedio que cumplir con su promesa. Fueron a primeros del mes de julio. Salieron hacia París en un avión desde Málaga. El niño iba totalmente emocionado. Estaba el avión en pleno vuelo cuando el niño, que miraba atento por la ventanilla, le preguntó al padre qué era aquel sitio en el que había tantas nubes.

-Esto es el cielo -respondió el padre-.

El niño se dio la vuelta y con voz casi en grito y alterada por la emoción, dijo:

-Entonces… ¿es que vamos a ver a mamá?

El padre miró a su hijo, le dio un abrazo y se puso a llorar. Como no podía ser menos.

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