Hoja de ruta

Ignacio Martínez

La madre de todas las capitales

CADA vez que se hace una encuesta sobre la calidad de vida de los españoles, el grado de satisfacción de los andaluces sale disparado. Es una de las variables que aducen las autoridades regionales para sostener que el PIB per cápita no es suficiente para medir el grado de bienestar. Los andaluces parecen tan contentos de su destino, y ha mejorado tanto su nivel de vida, que su percepción de la realidad es mejor que la de otros españoles. Fíjense, si no, en los catalanes que utilizan la expresión de català emprenyat (catalán cabreado), para retratar su desapego de un país que no les valora y es cicatero en sus inversiones. Se sienten maltratados. Nosotros, no. Estamos encantados de ser españoles y no tenemos reproches para la patria común. Aquí ese grado de indignación sólo funciona en el campo de los recelos interprovinciales.

Los piques entre Málaga y Sevilla son la máxima expresión, pero no la única. El último episodio de este culebrón se vive a propósito de las restricciones que la Junta de Andalucía le ha puesto al nuevo PGOU de Málaga. En el inconsciente colectivo, la Junta juega con la camiseta sevillana. Con lo que si la Junta limita el urbanismo malagueño, la culpa es de Sevilla, por definición. Salvo que la queja sea de la propia Sevilla, en cuyo caso la Junta juega sin camiseta. Desnuda. Así cogió el alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín al presidente Chaves, allí presente, en el Club Siglo XXI de Madrid la noche del 18 de enero de 2001, cuando dijo que Sevilla estaba discriminada en las inversiones, que los esfuerzos de la Expo'92 estaban amortizados. Y pidió una carta de capitalidad y que la sede de la futura caja única debía ser Sevilla, madre de todas las capitales.

El barullo que se armó tuvo un curioso efecto colateral; Francisco de la Torre, que llevaba pocos meses en la Alcaldía de Málaga, se descubrió como un personaje mediático. El argumento de De la Torre era simple: si Sevilla quiere cobrar por ser capital, nosotros lo hacemos gratis. De ese encono no hemos salido. Es probable que alguna de las recomendaciones de la Junta para el PGOU de Málaga sean razonables. Pero estoy seguro que hay impedimentos que no existirían si el alcalde fuese socialista, en vez de popular.

Ese camino no nos lleva muy lejos. El andaluz ya no es "el único pueblo de Occidente que permanece fiel a un ideal paradisíaco de la vida", que decía Ortega en su Teoría de Andalucía. Ensimismados no estamos, pero cuesta trabajo saber si somos un pueblo optimista o resignado, o simplemente conformista. En todo caso, dirigentes públicos y ciudadanos particulares deberíamos dedicar nuestras mejores habilidades a la cooperación y especialización de los distintos territorios. Aunque sólo sea por egoísmo: en caso contrario nuestra calidad de vida se va a ir deteriorando en los malos tiempos que vienen.

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