Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Al maestro Ibáñez

Premiarle hubiera sido reconocer la labor de quienes hicieron del tebeo la versión española del cómic

No conozco la obra de quien ha sido galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, pero soy un absoluto admirador de quien no lo ha recibido: Francisco Ibáñez. Hace unos meses leí que se había organizado una campaña popular para que se le concediera tan prestigioso premio a quien nos sacó sonrisas, risas y carcajadas. De niños queríamos ser el botones Sacarino, y hoy, cuando nos mirarnos al espejo, adivinamos a Mortadelo unos, a Filemón otros, y al Superintendente Vicente o al Profesor Bacterio el resto. Por eso, me sumé encantado y firmé en todos los lugares en los que fue posible hacerlo. Y no fui el único. Ni mucho menos. Vi adhesiones de políticos de todos los partidos, de artistas, intelectuales, científicos y, sobre todo, de miles de ciudadanos. Gente corriente a la que nos ha hecho felices.

Ibáñez es sus personajes. Y ellos son la mejor tarjeta de presentación del genio. Premiarle hubiera sido reconocer la labor de quienes hicieron del tebeo la versión española del cómic. Como Purita Campos, autora de Esther y su mundo, Escobar, padre de Zipi y Zape y Carpanta, Vázquez, con su Anacleto, agente secreto y sus Hermanas Gilda, o el maravilloso RAF, creador de mi entrañable Sir Tim O'Theo que junto a su mayordomo Patson, me acompañaron a tomar mi primera pinta en 'El ave turuta'. Todos ellos son parte de nuestra educación sentimental. ¿Quién no ha tenido un maestro o un vecino al que ha llamado Rompetechos? ¿O no es la Rue del Percebe, la mejor síntesis de esta España en la que Pepe Gotera y Otilio son los reyes del poyaque en las reformas y chapuzas públicas y privadas?

El arte es emoción, crea lazos invisibles entre el artista y quien disfruta de su creación. Ibáñez lleva generando emociones desde hace más de medio siglo y no dudo de que lo seguirá haciendo. Hemos sido muchos los que aprendimos a leer con los tebeos que nos compraban los domingos. Quizá, la Fundación Princesa de Asturias ha creído que son un entretenimiento menor. Algo lejano al arte con mayúsculas, vanguardista y exquisito que supongo que ha querido premiar. Lo desconozco. Pero sí sé de muchos artistas a los que nadie conoció y nadie recuerda. Ni es ni será el caso de Ibáñez. Quizá no pueda nunca lucir el Princesa de Asturias en una vitrina del salón de su casa, pero estoy seguro de que sabe que hay miles de salones y bibliotecas donde sus modestos álbumes se veneran como una joya.

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