Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

El mal puro

He leído comentarios vomitivos de gente que parece que no tenga madre, hija, hermana, compañera o amiga alguna

A Laura Luelmo la ha matado el mal en estado puro, el diablo con cuernos. Sólo un depredador sin un gramo de empatía es capaz de reventar la cabeza de una muchacha contra los cristales de un coche para disponer después de su cuerpo como si fuese un juguete roto. La ha matado también la cobardía, puesto que Bernardo Montoya difícilmente hubiera hecho lo mismo con un animal tan feroz como él y con treinta kilos más de músculo endurecido. Y la ha matado, en última instancia, un sistema acostumbrado a contabilizar a las mujeres asesinadas por hombres como víctimas de accidente de tráfico. Es evidente que el heteropartiarcado (pese a lo desatinado del término) existe… y que varones y hembras gozan de distinto trato desde el instante del nacimiento. Muchos padres con sus consejos, muchos profesores con su educación, muchos jueces con sus sentencias, muchos sacerdotes con sus homilías responsabilizan a las mujeres de los abusos, agresiones o violaciones que sufren. Y muchos periodistas convierten cada crimen en una exhibición de charcutería.

Tengo una hija y suelo hablar con ella por teléfono cuando se dirige a casa en la alta madrugada. Siempre le aconsejo que tome un taxi. Por eso me pregunté apenas conocí la noticia de la muerte de Laura: "¿Qué hacía esta niña corriendo sola por un despoblado?" Me asombré de que no tomara precauciones, cuando lo que tendría que haberme planteado es por qué la reinserción carcelaria es una palabra huera (nadie sale mejor de lo que entra y el tratamiento psicológico constituye una leyenda). O por qué las medidas de protección a la mujer son siempre contestadas por miembros de partidos que aprovechan los asesinatos de gran transcendencia mediática para pedir cadena perpetua y hacer populismo punitivo conscientes de que el miedo y la mano dura son semilleros de votos. Ha sucedido estos días, en los que he leído comentarios absurdos o vomitivos de gente que parece que no tenga madre, hija, hermana, compañera o amiga alguna. Unos plantean que hay más muertes violentas de hombres que de mujeres: claro, pero mueren a manos de otros hombres. Otros hablan con desprecio de las "feminazis", como si las agresoras y odiadoras fueran ellas. Y otros mantienen que la ley de violencia de género no ha valido para salvar a Laura. Cierto, como lo es que puede haber salvado a muchas otras. Lo pertinente es pensar, repensar y mejorar la ley. Y afrontar que el maltrato histórico a la mujer supone un sangriento fracaso colectivo y no una plaga bíblica o una catástrofe natural inevitable.

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