La tribuna

Manuel Fco. Sánchez Blanco

Está en nuestras manos

ES necesario muchas veces hacer un alto en el camino y volver sobre conceptos que, por muy sabidos, vale la pena repensarlos. Porque de tanto manejarlos y hablar sobre ellos acabamos olvidándolos. Olvidando lo que significan, olvidando su esencia.

Esto es lo que me sucedió recientemente releyendo el libro de Carl Sagan El mundo y sus demonios. En su capítulo final habla sobre el autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América (1776), Thomas Jefferson. A continuación les entresaco algunos de sus pensamientos sobre los gobiernos de las naciones y la democracia, que, como ustedes comprobaran, son de la máxima actualidad.

1. Ni los reyes, ni los curas, ni los alcaldes de grandes ciudades, ni los dictadores, ni una camarilla militar, ni una conspiración de gente rica, sino gente ordinaria, en trabajo conjunto, deben gobernar las naciones.

Meditando sobre este principio democrático, creo que de todos ellos sólo sobrevive, en las naciones democráticas (afortunadamente), el poder del dinero (gente rica), como poder irreductible y normalmente en la sombra, que rige y maneja en su beneficio a los gobiernos y a los pueblos. Devaluando hasta límites extremos el auténtico poder de la "gente ordinaria en trabajo conjunto".

2. La historia nos enseña que los ricos y poderosos roban y oprimen si tienen la más mínima oportunidad de hacerlo.

Esta división de las sociedades entre lobos y ovejas (en palabras del propio Jefferson) es cada día más clara y evidente en nuestra sociedad, cada día más desigual. Que concentra las riquezas de los países en unos pocos arrojando a una gran minoría a la pobreza y la exclusión, manteniendo al resto en una supervivencia de fingida y calculada (para sus intereses) prosperidad, con la que muchos de nosotros nos sentimos satisfechos.

3. Todo Gobierno se degenera cuando se deja sólo a los gobernantes, porque éstos, por el mero hecho de gobernar, hacen mal uso de la confianza pública. Para salvaguardar el Gobierno del pueblo es esencial que el pueblo se implique en el proceso político.

Carl Sagan remata este pensamiento hablando de la obligación de los ciudadanos de no dejarse intimidar ni resignarse al conformismo. Por ello, todo ciudadano libre debería hacer el siguiente juramento: "Prometo cuestionar todo lo que me digan mis líderes" o en palabras de Jefferson: "Prometo utilizar mis facultades críticas, prometo educarme para poder hacer mis propias valoraciones".

Éste es el auténtico reto que tenemos la gente ordinaria. No se trata de votar cada cuatro años y si se hace (el porcentaje de abstención es muy elevado en cualquier votación), sino de controlar a nuestros representantes, reprocharles y reprobarles si no cumplen nuestros mandatos (por ejemplo, en su lucha contra los lobbies), no dejarnos convencer por el primero que llegue, o por los que están. Sí, la tarea implica compromiso y dedicación, información y formación, pero es imprescindible si queremos que no sigan gobernando los lobos. Todo lo demás es charla de café con los amigos o familiares y poco más.

Si los derechos y las libertades no se usan se pierden. Para qué el derecho de reunión si no nos reunimos, para qué el derecho de expresión si nunca nos expresamos, para qué el sufragio universal si no hacemos uso de él.

No nos podemos permitir "pasar" de estas cosas porque nos jugamos mucho en el envite. Nos lo jugamos todo. La corrupción y degeneración de nuestros gobiernos es directamente proporcional a nuestra desidia, falta de compromiso y desapego político. Es responsabilidad nuestra atacarla y atajarla, combatirla y castigarla. No es una tarea de los jueces, la Policía o de los medios de comunicación es una tarea nuestra, en ellos tenemos los medios para combatirla.

La democracia es nuestra, es nuestra mayor conquista en la organización política y social de nuestras sociedades, ha costado ríos de sangre y siglos de lucha para llegar a ella. El camino para despejar a la religión de la política ha sido arduo (aun hoy en día lo siguen intentando, y triunfando en determinadas sociedades). La lucha para alejar a las camarillas militares y a los dictadores (no tan alejados para nosotros en el tiempo) ha sido titánica y lo sigue siendo en gran parte del planeta. La lucha contra la conspiración de la gente rica es una cuestión aún pendiente de resolver. Está en nuestras manos.

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