La nobleza era otra cosa. Aparte de posesiones y privilegios, tenían los miembros de aquel estamentos aquello del 'nobleza obliga', una consigna o ley no escrita que les comprometía con unos formalismos y exquisiteces en el trato que, a todas luces, se ha perdido.

La frase ya para la historia la pronunció en el Parlamento el ariete con tacones de los peperos que hace las veces del Alfonso Guerra pero de Pablo Casado, utilizada para derribar los muros de la paciencia y la compostura de sus señorías izquierdistas en el gobierno.

Le dijo la marquesa argentina al marqués de Galapagar vulgaris aquello de "de marquesa a marqués" con el que abría el tiroteo verbal que continúan desde entonces en cada ocasión que pueden ofrecernos este espectáculo lamentable de su esgrima verbal mientras mueren por cientos los ciudadanos y hambrean por miles y por doquier los españoles.

Creerán que brillan pero, muy al contrario, ofrecen un teatrito lamentable del que los espectadores que hemos quedado vivos de esta pandemia tanto nos lamentamos.

Pobre altura moral la de unos representantes que miran por sus batallas y miserias varias cuando el momento requiere altura de miras y espíritu de concordia. "Así no" se escucha por aquí y allí, "así no". Razones no les faltan a todos pero no es momento de razones, sino de emociones y corazones que tiempo habrá para exigir responsabilidades y abrir la caja de los truenos.

El dominio de los tiempos y de la escena, tomar el pulso al momento y dar al público lo que realmente necesita es tarea del buen político. Pero tenemos los políticos mezquinos que nos merecemos porque al fin y al cabo somos nosotros los que les hemos votado.

Iglesias con sus punzadas a Vox por ejemplo no hace bien más que a su parroquia que a risotadas le corea la gracieta de casi acusar de golpistas a quienes por lógica democrática no podrían serlo. Y sube la tensión, y la comisión para la reconstrucción se va por el sumidero de los improperios sin remedio. Y nosotros con los negocios cerrados y ellos a lo suyo, la famosa casta a la que ya accedieron los que prometieron tomarla al asalto como palacios de invierno.

Han cambiado las caras pero se perpetúan los modos y el distanciamiento entre representantes y representados. Y esta masa que observa y calla pero que sufre y lamenta toda esta tragicomedia de marqueses que compiten por decir el ultimo improperio cuando debieran estar proponiendo acuerdos.

Se anuncia una postpandemia encendida cuya mecha ya están incendiando los que, a la postre, hacen caja con todas la desgracias que nos asolan. Y la impotencia ante tanta indignidad nos rebosa por el pecho, señor marqués. Y marquesa.

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