¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Todo por la matria

Por la definición que ha dado la ministra, la matria tiene algo de chacha, algo de santa y algo de filóloga

El ascenso de Yolanda Díaz a la jefatura de la facción morada del Gobierno se nos vendió como un golpe de sensatez. Se acabaron las chuminadas de Pablo Iglesias, sus adolescentes arrebatos de ingenio, las series de televisión… A partir de ahora íbamos a tener una comunista de la vieja escuela, radical pero educada, bien vestida y rigurosa en sus planteamientos. Vana ilusión. La pulsión de Podemos hacia la cursilería ideológica ha podido más en Díaz que la pesada herencia del materialismo dialéctico y otras papas fritas marxistas.

Como seguro conocen, la vicepresidenta segunda ha propuesto que abandonemos "la carga pesada del concepto patria para trabajar sobre el concepto matria". Así que ya saben: pico, pala y a currelar. Pero antes tendrán que descifrar la misteriosa definición que la ministra ofrece del término: "La matria es algo que cuida, que trata por igual a todas las partes, que no discrimina a nadie porque hable una lengua determinada fundamentada en algo que me construye a mí misma que es el diálogo". ¿Quizás se refiere a Siri? Según esta descripción, la matria tiene algo de chacha, algo de filóloga y algo de santa.

Lo curioso es que la ministra Díaz haya dedicado un solo segundo de su tiempo a un término que está en desuso desde hace mucho tiempo. Hoy, el personal prefiere palabras incoloras como país o -los más plurinacionales- estado. La patria ya sólo se nombra en los cuarteles, quizás porque nadie está dispuesto a morir por un aparato administrativo y sí por esa mezcla de antropología y geografía que es una patria. ¿Veremos algún día en las puertas de los acuartelamientos el Todo por la matria? Nada es descartable en la España del todos, todas y todes.

Lo que más preocupa del término matria -por mucho que se use el prestigio de Unamuno para justificarlo- es ese interés de Podemos por renombrar el mundo, por intervenir en el lenguaje para crear un marco apropiado para la penetración de unas ideas que nunca se nos terminan de explicar del todo. Estamos ante una pura ingeniería lingüística, ante un gramscismo filológico. En cualquier caso, la señora Díaz debería explicar si en esa futura matria que "no discrimina a nadie" se seguirán manteniendo los privilegios de algunos territorios o si se continuará marginando a los niños castellanoparlantes en algunas escuelas. Porque da la sensación de que en esa matria con la que sueña nuestro Gobierno se acentuarán aún más las diferencias entre comunidades. Eso sí, con mucho diálogo que "nos construya a nosotros mismos". Sea eso lo que sea.

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