Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

¿La mejor película de la historia?

Acabaremos politizando el arte si el reconocimiento de una obra depende de la ideología del crítico

Aborrezco esa moda de las clasificaciones. Me resulta ridículo querer decidir la mejor novela, obra teatral, ópera, sinfonía o pintura de la historia. La Humanidad es tan ubérrima en producir obras de arte como en generar ideas, tecnología, bondad, maldad, odio o guerra. El arte es el reflejo de lo que fuimos y somos, además de lo que, como grupos humanos, deseamos o anhelamos ser, lo consigamos o no. Pero no dejan de ser un juego divertido.

Así que al leer que Sight & Sound, el prestigioso mensual del British Film Institute, había publicado su lista sobre las mejores películas de la historia, me picó la curiosidad y fui a ver que decepción o alegría me llevaba esta vez. Qué menos, para un cinéfilo. Sobre todo, con una clasificación que se publica cada diez años desde 1952 y que encabezó entonces Ladrón de bicicleta, a la que sustituyó Ciudadano Kane durante medio siglo, hasta ser superada por Vértigo en 2012. Con semejantes antecedentes, y aún con la prevención de que los grandes maestros como Ford, Wyler, Wellman, Lubitsch, Wilder, etc. no suelan aparecer en estas listas de críticos tiquismiquis y expertos enamorados del cine minoritario y exótico, comprenderán que al leer Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080, creyera que era la dirección de la directora de la revista. Aunque siendo inglesa, me extrañó que se editara en Francia. Lo que no pueden ni imaginarse fue mi sorpresa al enterarme de que lo que yo creía una dirección postal es el título de una película, escrita y dirigida por una, al menos para mí, absolutamente desconocida directora belga llamada Chantal Akerman y protagonizada por Delphine Seyrig a quien acompañan otros cuatro actores cuyos nombres tampoco había escuchado en el casi medio siglo que llevo viendo, disfrutando, leyendo y estudiando sobre el cine y su historia.

Como la curiosidad es la madre del conocimiento, la busqué. No está disponible en ningún sitio. Escarbé en mi biblioteca de cine, que no es exigua, intentando saber algo más. Unas líneas y notas a pie de página. Acabé en internet. Y allí leí que madame Akerman es un símbolo del feminismo cinematográfico a recuperar y poner en valor. Así que me quedo sin poder opinar. Pero si el reconocimiento de una obra va a depender más que de su calidad, de la ideología del crítico y del mensaje del artista, acabaremos, una vez más, politizando el arte y degradándolo a la más denigrante vulgaridad.

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