Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

"Es el mercado, amigo"

Las palabras de Rato sonaron a la verdad del que supedita el interés general al beneficio de los privilegiados

Hará unos veinte años tuve la desgracia de entrevistar a Rodrigo Rato. Habíamos quedado citados en el Palacio de Congresos a media tarde, apareció con dos horas de retraso y me ordenó que lo acompañara en el coche que lo conduciría hasta el aeropuerto si es que deseaba alguna declaración suya. Obedecí sin dudarlo. La derecha había llegado al poder tras casi catorce años de Gobierno de Felipe González, se había desacomplejado de su pasado franquista y lucía un orgullo neoliberal recién descubierto y dispuesto a pregonar a todo el que quisiera enchufar la televisión y oírlo que el rico lo es porque se lo merece… y que el pobre, también. Después de mirar con atención la frente del autor de lo que entonces llamaban "el milagro económico", pude descifrar que llevaba inscrito en las arrugas horizontales el lema "nacido para triunfar". Y me bastaron dos minutos para advertir que me encontraba ante un auténtico sinvergüenza. No me confundan, utilizo los términos "sin" y "vergüenza" en el más literal sentido de las palabras: quiero decir que él y los suyos cumplían con su credo cuando liberalizaban el suelo, colocaban a los mejor encorbatados en las cajas y privatizaban las empresas públicas entregándolas sin el más mínimo sonrojo a la dictadura del accionariado.

Por eso, ayer, la sorpresa fue poca cuando defendió en el Congreso su gestión al frente de Bankia y acusó al presidente del Gobierno, a sus ministros y a gente del que fue su partido de una conspiración para encarcelarlo. Para él, para muchos halcones del PP, para Aznar y no pocos de los que lo acompañaron en la Moncloa, en la guerra de Irak y en la boda de su hija en El Escorial, Rajoy es poco menos que un vendido a la socialdemocracia. De ahí que, cuando un diputado calificó como "un saqueo" los fondos públicos destinados a salvar a Bankia, Rato respondiera: "Es el mercado, amigo". Como estaba por agradar, y no pasa por su mejor momento, suavizó el tono y el mensaje y no dijo "¡Es la economía, estúpido!". Cuestiones penales aparte, sus palabras sonaron a verdad, a su verdad, a la verdad del que adora la pasión de los fuertes y supedita el interés general al beneficio de los privilegiados. Cuesta más creer a Pedro Sánchez cuando plantea establecer un impuesto a la banca para garantizar el pago de las pensiones. ¿Diría lo mismo si fuese presidente del Gobierno? ¿Se lo permitirían?

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