Cámara subjetiva

Ángeles Mora

Los mercados

HABLAN los mercados y todos bajamos la cabeza y decimos: "Palabra de Dios". Y aquí se hace lo que ellos mandan. La mano de los mercados es una mano invisible, como todas las divinas manos que nos ordenan la vida, que somos muy desordenados los simples mortales. Tanto que hasta pretendemos que los parados que ya no tienen derecho a nada, cobren para subsistir 426 euros al mes. Por favor, ¡así se acostumbran a vivir sin trabajar! Que aprendan a buscarse la vida en las alcantarillas, si hace falta, no vamos a alimentar a los vagos, que 426 más 426 son 852 y así sucesivamente. ¿Qué sueldo necesita un banquero para subsistir? En tres meses ochenta familias granadinas han perdido su casa por no poder pagar una miserable hipoteca con la que un banquero puede limpiarse la nariz.

Es curiosa la naturaleza de los mercados, tan inmateriales, espirituales, pero tan ávidos y voraces y tan carnales como si tuvieran nombres y apellidos (cualquiera diría que los tienen, aunque ocultos en sus santas escrituras capitalistas). No dan la cara, pero mueven los hilos que nos gobiernan. Y se han empeñado en que comulguemos con ruedas de molino. Los anónimos especuladores no son fantasmas. Se me figura que tienen mucho más poderío carnal que usted y yo. Por eso se alimentan descaradamente con las mismas comidas que gustan a la cada vez más poderosa e insaciable derecha neoliberal: todas las que esquilman lo público, lo que es de todos y lo convierten en negocio para sus empresas. Todas las que controlan los salarios, las que liberalizan los despidos, y promueven la precariedad y la basura en el trabajo en beneficio siempre de sus arcas atiborradas, selladas y a salvo en los paraísos fiscales.

Amigos, estamos alelados, los anónimos mercados espirituales nos están pasando su mercadería por encima y los estamos dejando hacer tranquilamente, como si estuviésemos drogados. Nos dicen que lo que nos está pasando no es política sino economía. Y nos quedamos mudos y pillados. La economía nos resulta tan lejana como los mercados, parece tan de Dios como ellos. Pero si el Banco Central Europeo apoya a los bancos "en peligro" y no a los Estados "en peligro" (endeudados, por cierto, por culpa de los bancos) es porque en Europa hay Estados más poderosos a los que no les conviene que el Banco Central intervenga. Les viene mejor que sus bancos -perdón, los mercados- cobren intereses astronómicos a los Estados pobres. Porque si no nos comemos unos a otros ¿de qué vamos a vivir, de margaritas?

Lo dicho: estamos alelados.

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