EN estos últimos días y por distintas razones, no dejo de salir de mi asombro al comprobar la casi ilimitada capacidad de cinismo que algunos españoles -y otros que no lo son, pero que de nosotros viven- adoptan ante la propia decisión de impago de la parte de dineros que corresponden "al César": los impuestos, cualquiera que sea su denominación, índole o causa de gravamen.

El común del vecindario, que tenemos los ingresos muy medidos -y poco pesados, justo sea poder decirlo- pagamos los impuestos por lo que yo llamo "detracción involuntaria", es decir, se nos restan de las nóminas, antes desde luego de poder ver realmente lo que uno percibe en "billetes del Banco de Europa", inadecuadamente denominado "metálico". Eso que se llama "sueldo bruto" no lo ve uno nunca, nada más que en cifras expresadas en el documento nominal. Y el "líquido" -también inadecuadamente denominado así- tampoco llega uno a verlo, tras de la lluvia de cargos que, como pájaros no invitados, vienen a "anidar" en la libreta de ahorro o cuenta corriente, de forma y manera que, a los pocos días del comienzo del mes, se produce el término o finiquito del "haber existente". Pero los impuestos ya están cobrados, amigo mío.

Hay, por el contrario, personajes que pueden disfrutar -y seguro que obtenidas con toda justicia- de cantidades dinerarias que los sitúan entre las criaturas -es cierto que no muy numerosas- que disfrutan de una vida regalada y de goce de riquezas. Y sin embargo -héteme aquí el asombro- suelen resistirse todo lo que pueden a la hora de pagar: tiene quien no gasta o quien esconde.

Es nuestra nación, sin duda y entre otras cosas, también singulares, tierra de pícaros y listillos por excelencia.

Hemos visto en estos días la lista, no muy larga en nombres, es cierto, pero sí muy abultada en cifras, de los -¿pícaros?- que deben a la Hacienda Pública, de esos para los que no ha habido nadie que les "detraiga involuntariamente" la parte "del César" y luego sigan gozando -o sufriendo, según algunos de ellos- de las alegrías o de los sinsabores de esta vida. Muchos, luego, presumen de ser españoles. Yo no quiero a "compatriotas" de esos…

Y luego viene Messi, Lionel, creo que se llama. Y su papá. Argentinos ellos. Éramos pocos… Y son condenados por la justicia, en un juicio limpio y justo. Por "esconder". Pero quien fue a la cárcel fue 'La Pantoja': la cigarra a la "jaula" y "el corredor" al viento… No hay quien entienda a los jueces.

Ah!, detrás del jugador de fútbol, una parva de descerebrados que salen en su injustificable defensa, en una red social, afirmando que "ellos, también, son Messi". Afortunadamente la mayoría en este país, ni somos Messi ni estamos en la oprobiosa lista de deudores a todos los otros ciudadanos. Ni queremos estar. ¿O no?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios