El milagro de San Mamed

Le pedí un hígado nuevo para mi hermano y llamaron del hospital horas después. No sé si creer en la casualidad o en los milagros

Mi hermano me ha mandado esta mañana un 'guasap' en el que me dice que tiene una necesidad tremenda de conocer a la familia de la persona que le donó el hígado que él lleva ahora. Dice que tiene muchas ganas de abrazar a los familiares del donante porque gracias a su nuevo órgano él puede seguir viviendo. La historia que voy a contar tiene su epicentro emocional a últimos de mayo, cuando yo estaba haciendo el Camino de Santiago. Mi hermano, enfermo de cirrosis, se encontraba en lista de espera para serle trasplantado un hígado. Estaba muy mal y lo necesitaba urgentemente. Yo iba haciendo el Camino con tres amigos: Antonio Castillo y Rafael Hernández del Aguila, profesores de la Universidad de Granada, y Manolo Comino, maestro alfarero. Al llegar a Triacastela, un lugareño nos comentó que había cerca de allí una ermita dedicada a San Mamed, un santo muy milagroso. Nos animó ir a la ermita el que nos dijera que estaba situada en un sitio fantástico lleno de vegetación y frescura. Tardamos casi una hora en llegar. La ermita estaba cerrada pero si te asomabas por una ventana podías ver al santo. A su vista pues, en plan colega, le dije: "Anda, San Mamed, a ver si puede hacer algo por mi hermano y le encuentras un hígado nuevo". Se lo pedí con el mismo desparpajo que habría utilizado con mi amigo Diego el carnicero cuando le solicito que me despache medio kilo de chuletas. Mis amigos oyeron mi plegaria y no dijeron nada, tal vez compadeciéndome por la posible inutilidad del ruego. Yo mismo tampoco creía que aquel reclamo sin fervor podría ser efectivo, pero actué del mismo modo que aquel conocido ateo albaicinero que cuando se estaba muriendo llamó a su mujer y le dijo: "Niña, llama al cura que me confiese, vayamos a pollas". Yo no soy religioso… "¿Pero y si este santo tiene poderes y yo no lo sé?", me pregunté. El caso es que a las dos o tres horas recibo una llamada telefónica de mi hermano que, con voz a la vez angustiosa y esperanzada, me decía que le habían llamado del Hospital Virgen de las Nieves para realizarle urgentemente el trasplante. Mi hermano lleva tres meses con el hígado nuevo. Su calidad de vida ha mejorado mucho y yo estoy hecho un lío porque no sé si creer en la casualidad o en los milagros. Por lo pronto mi santo preferido es San Mamed, que curiosamente murió por un tridente que le clavaron en el hígado.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios