SE están detectando dificultades para que la familia de Juan Antonio Roca, el cerebro del caso Malaya, reúna el millón de euros de fianza que le ha impuesto el juez si quiere recuperar la libertad (provisional, hasta el juicio). Pobrecillo: vamos a tener que organizar una colecta para aliviar sus penalidades carcelarias.

No es que Roca se haya quedado en la miseria. Al contrario, las investigaciones policiales sobre el máximo responsable -presunto- de la mayor trama de corrupción urbanística perseguida en España calculan que su fortuna supera los doscientos millones de euros. Pero, claro, desde su imputación tiene muchos bienes embargados y no puede afrontar por sí solo la fianza. Encima, el fiscal Anticorrupción, el Ayuntamiento de Marbella y la Junta de Andalucía se han conjurado para recurrir la decisión del juez con un argumento que cualquier ciudadano entiende y justifica: ¿qué es un millón de nada para un hombre tan rico y poderoso? Al argumento se suma la sospecha: ¿no existe riesgo de fuga en un individuo con tantos fondos probablemente colocados en paraísos fiscales y con cuarenta procedimientos judiciales pendientes? Estamos ante uno de esos designios de la Justicia que el común de la gente no termina de comprender.

A lo que íbamos. Los familiares del ex asesor de Urbanismo de Marbella pensaron que sería pan comido recoger un millón de euros entre los numerosos amigos que tenía éste en los días de vinos y rosas, lujo y derroche. El problema es ese: que los tenía entonces, pero no los tiene ahora. Vamos, que se han esfumado en cuanto Roca ha caído en desgracia. Nada mejor que una buena ruina para conocer la sinceridad de tus amistades. El refrán advierte: dos andares tiene el dinero, viene despacio y se va ligero, pero hay algo que se va más ligero aún, que es la amistad interesada. Bienaventurados los que fracasan, porque eso les permite saber quiénes son sus verdaderos amigos, creo que canta Serrat. Generalmente, pocos, preciso yo.

Tampoco el sector financiero parece muy dispuesto a ayudar a Roca en la dura lucha por la libertad. Sus abogados han denunciado que los bancos están poniendo pegas para aportar dinero a la causa. Natural: los bancos sólo son amigos de sí mismos. Y eso que trabajan con paciencia y conscientes de que siempre terminan cobrando lo que prestan, con sus correspondientes intereses, lo que hace pensar que no deben confiar mucho en la inocencia del ex todopoderoso gestor urbanístico de la Costa del Sol, que ahora estará aprendiendo en carne propia que es bobo endiosarse, que más dura será la caída y que no somos nadie ( y menos, en calzoncillos, y menos aún, imputados en delitos graves). Pobrecillo.

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