Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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26 millones de mártires

El exterminio masivo de seres humanos por su raza, religión o ideología, ¿quimera, propósito, 'solución final'?

A las ruinas de los Alixares, una casa de recreo construida por los moros en un altozano, cerca de la Alhambra, se llega atravesando el cementerio. Un viejo romance nos cuenta que el rey que los construyó, usando de una violencia selectiva, mandó matar al moro que los labró "a maravilla", para que no fuera por ahí construyéndole alixares a todo el mundo. Es cruel, pero es un motivo, una razón para matar: proteger los derechos del dueño de una obra singular. La Biblia ofrece ejemplos terribles de matanzas indiscriminadas: naciones y pueblos enteros, exterminados por un buen motivo: alzarse contra el Dios de Israel. El Nuevo Testamento supone un avance. Dios se da cuenta de que lo sabe todo y sale de su pulsión exterminadora y se pone a castigar a cada uno según sus pecados. Uno de los sueños más acariciados en el imaginario colectivo es que las guerras solo afecten a los combatientes, voluntarios o mercenarios, dejando a salvo a los más débiles: mujeres, enfermos, ancianos y niños. En la Edad Media, al menos en las películas, se resolvían los conflictos enfrentado solo a los reyes o a los generales de los ejércitos. Pero lo de no hacer daño a los considerados inocentes no deja de ser un espejismo. Ahora, cualquier guerra que se precie, junto con los planes de campaña, diseña "soluciones finales", para acabar con poblaciones enteras por motivos de raza, de religión o de ideología. Franco, Stalin, Hitler, exterminadores masivos, inventaron una serie de motivos para convertir a grupos humanos enteros en reos de muerte, sin juicio ni garantías, y reclutaron a otras personas para que realizasen sus fines destructivos. Bajando de los Alixares, deslumbrados por tanta maravilla, atraviesas un patio del cementerio donde reposan mártires de la Cruzada. En las lápidas se pueden leer la edad, los motivos, el lugar en que cayeron jóvenes, casi niños, reclutados por una de las dos partes para sus fines destructivos. ¡Tanto dolor abajo, tanta belleza en la colina de los Alixares! Los que expresan ahora por wasap su deseo de acabar, sin más, con la mitad de los españoles quizá no reparen en que la forma más eficaz de destruir a España sea convertirla en una oscura sima repleta con 26 millones de cadáveres. De mártires democráticos, que, como todos los muertos, son imprevisibles en sus reacciones.

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