Crónica personal

Pilar Cernuda

El ministro japonés

EL ministro de Finanzas de Japón, tras aparecer en una rueda de prensa en un estado bastante deplorable, con síntomas de haberse metido más lingotazos de sake, whiskies o gin tonics de lo que podía aguantar su cuerpo, ha presentado su dimisión y se ha marchado a casa.

El vídeo ha dado la vuelta al mundo, se ha ridiculizado al ministro y se han hecho chistes a su costa. Sin embargo, algo le honra, algo muy importante: en cuanto recuperó el sentido común tras la borrachera, presentó la dimisión al jefe de gobierno. Por propia estimación, por sentir que había fallado a quien le había dado confianza, por respeto al pueblo japonés y porque eso es lo que se hace en Japón cuando alguien comete un error de esas características, en las que deja en mal lugar al equipo al que pertenece: asume las consecuencias y se marcha a casa, sea en política, en la empresa, en la milicia o en una profesión liberal.

Esa actitud sería impensable en esta España en la que a nuestro pesar todavía hay quien admira al pillo y al tramposo. Sin embargo, lo que ha hecho el ministro japonés debería ser moneda corriente, y alguien tendría que reflexionar sobre las consecuencias de no reaccionar como ha hecho el señor Shoichi Nakagawa. Pongamos nombres: el ministro Bermejo tendría que reflexionar sobre las consecuencias de no reaccionar de igual manera.

El mismo ha reconocido ya públicamente la inoportunidad de haber acudido a una cacería en la que se encontraba el juez Garzón, dando pie a que se especule con que hayan cambiado impresiones sobre la instrucción que lleva el polémico juez sobre un presunto caso de corrupción en el que podrían estar implicadas dirigentes del PP. Bermejo reaccionó incluso con cierta chulería explicando el tipo de conversaciones que se mantienen en las cacerías. Además está la incógnita de quién era el empresario que había pagado los 25 mil euros de la cacería del domingo, y el anuncio de Bermejo de que la del sábado le costó mil euros, que pagó de su bolsillo. Una cantidad muy baja para una cacería de ese tipo, pero que escandalizó -y así lo transmiten a quien les quiere oír- a algunos ministros, conscientes de que en plena crisis se entiende mal que un ministro se gaste esa cifra en un día. Y más aún cuando una semana más tarde estaba convocada una huelga de jueces -nunca vista en España- que exigen que el ministerio dedique más fondos a la necesaria reforma de la Justicia y la dote de los medios necesarios.

Cada vez son más las voces que expresan públicamente su rechazo a la actitud de Bermejo, y no se trata precisamente de voces del PP, sino de dirigentes de su partido. Otros, por mucho menos, por una simple borrachera, presentan su dimisión irrevocable. Por vergüenza torera y para no hacer daño a quien les ha nombrado.

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