La Rayuela

Lola Quero

lolaquero@granadahoy.com

No mires si no es divertido

Entre telenovelas y karatecas destaca en el plantel televisivo una sátira que recuerda demasiado al mundo actual de la pandemia

No mires si no es divertido

No mires si no es divertido

Estos días de Navidades con ómicron las autoridades no nos han limitado los horarios, las salidas o la asistencia a eventos, pero sí han pedido prudencia. Como si la prudencia fuera una fórmula matemática que todos entendiéramos por igual o fuéramos capaces de aplicar del mismo modo en cada momento. Pero vale, prudencia. Para no liarnos con el término nos quedamos más tiempo en casa, que ahí no hay duda y además, en mi caso, veo la oportunidad de sacarle algo de provecho a la cuota de Netflix, porque al final es como la del gimnasio, una inutilidad.

Para sintonizar con el mundo y convertir ese momento en algo más parecido a ir al cine, ponerse delante de la cartelera y elegir una película para compartir con otras muchas personas a la vez, me parece interesante esa clasificación que ofrece la plataforma de Las 10 más populares en España hoy. Y ahí empiezan los verdaderos problemas, las ganas de dejar de sintonizar con el mundo o sumergirme en él de lleno y que salga el sol por donde quiera.

En el número uno, Café con aroma de mujer, la historia de amor entre Gaviota y Sebastián, un "remake de la telenovela de 1994". ¿Se hacen versiones de telenovelas? Según veo más adelante no es la única en su género que se cuela en la selecta lista, también está La reina del flow y seguro que algunas otras no definidas abiertamente así. En el flamante segundo puesto, Cobra Kai, otra mirada al pasado para recuperar el éxito que puso de moda el kárate entre los niños y adolescentes de mi generación.

Entre Witcher, el "caza monstruos", Bloodshot, "un soldado muerto que resucita gracias a la biotecnología" o Kitz, una serie sobre las aventuras de un grupo de "ricos y atractivos" que van a esquiar y de fiesta, por descarte absoluto fijo mi atención en No mires arriba, o Don't look up, como hablan de ella quienes se deben de manejar mejor con el inglés y deduzco que la han visto en versión original.

El argumento del meteorito que destruirá el planeta me frena un poco pero el reparto (Meryl Streep, Leonardo Dicaprio y Jennifer Lawrence) me termina de animar a dedicarle esos largos 138 minutos de mi vida. Y sí, se me hizo larga la película y no estará entre mis favoritas de la historia del cine. Pero la sátira sobre el mundo actual, la política, los medios de comunicación, las redes sociales o el manejo de las masas, sin desvelarnos nada nuevo, reconozco que me vuelve a la cabeza estos días con demasiada frecuencia.

Los militares, que por cierto en la peli de McKay salen tan mal parados como todos y están representados por un alto mando americano roñica y casi estafador, explican esto de manera muy clara. Los peligros siempre han venido por mar, tierra y aire. Luego se detectaron en el espacio y en el ciberespacio. Y ahora, el gran campo de batalla está en la conciencia colectiva. Es decir, el peligro de los bulos, las fake o las ocurrencias que ponen en riesgo valores como la democracia o la libertad. Al menos ésta es la idea que me llevé del último encuentro navideño en el MADOC, la parte más intelectual y sesuda de un Ejército español que no sólo está para desplazarse a los lugares del mundo donde hay más riesgo físico. Hay más peligros, cercanos, casi tangibles, que acechan a esta sociedad de las diez series más populares de España y de los líderes de opinión que se comunican con sus masas a través de redes y mensajes de wasap.

La película del meteorito nos mete en la piel de unos brillantes investigadores, aunque desconocidos para el gran público -como la mayoría en el mundo real-, que tienen enormes dificultades para hacerse entender y que tanto los políticos como los comunicadores o la gente en general comprendan la verdadera naturaleza del peligro y lo que hay que hacer para solucionarlo. Por cómica y exagerada que parezca esa ficción, es todo demasiado reconocible.

En plena pandemia, con políticos que dicen escuchar a los expertos (de comité), pero deciden con el calendario electoral en el punto de mira, con manifestaciones de gente que protesta contra el pasaporte covid o el uso de la mascarilla con el mantra de la libertad y con diversas teorías de la conspiración sobre las vacunas, es difícil no pensar en la cara de Leonardo Dicaprio cuando le pidieron que se olvidara de las matemáticas para contar en la tele el inminente fin del mundo de un modo más divertido. Si no, a nadie le importaría.

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