El misterio de Cervantes

13 de septiembre 2025 - 03:09

Por lo que sabemos, Cervantes –el gran Cervantes– no habría desentonado en absoluto en compañía de Koldo y Ábalos y el ficticio policía Torrente: fue proxeneta, ladrón de fondos públicos, defraudador fiscal, presidiario (en dos tandas), y además tuvo una hija natural –fruto del pecado, como se decía en su época– y hasta casi llegó al asesinato cuando estuvo a punto de matar a un hombre a cuchilladas y fue puesto en busca y captura y tuvo que huir a Italia. Teniendo en cuenta todo esto, la hipótesis de que fuera también homosexual –como hace la última película de Amenábar– no empañaría en nada su ya de por sí maltrecha reputación, suponiendo que alguien piense que ser homosexual suponga una maldición o una deshonra, y por desgracia todavía hay gente así.

Pero lo que acabo de escribir no es del todo cierto, o sólo es cierto si forzamos mucho los hechos. Lo que se sabe de Cervantes está envuelto en muchas sombras, y lo mismo que se puede decir que tenía un burdel en su casa, en el que trabajaban su mujer y su hija y sus hermanas y una sobrina, se puede decir también que todo eran murmuraciones e infundios de los vecinos. Y en cuanto a los robos a la Hacienda real en su época de comisario de abastos para la Armada Invencible (en sus libros de cuentas faltaban 79.804 maravedís, una cantidad no demasiado elevada), parece probado que todo se debió a un turbio asunto protagonizado por un juez corrupto que lo metió en la cárcel. En cualquier caso, fuera o no fuese defraudador y proxeneta y ladrón y casi asesino, la vida de Cervantes da para una serie de treinta capítulos de la HBO, y sólo el episodio del cautiverio de Argel daría para una temporada entera (pero debería contarla alguien con bastante más talento que Amenábar).

Y en el fondo, eso no es importante. Lo importante es que El Quijote sólo podría haber surgido de la experiencia vital de alguien que tuvo que vivir como si hubiera sido un proxeneta y un defraudador y un presidiario y casi un asesino. Alguien que tuvo que soportar un cautiverio en condiciones espantosas y que después tuvo que convivir con la pobreza y la humillación y la desgracia y el desprecio. Y aun así, no hay libro más luminoso –en todos los sentidos– que el Quijote. Y ese, ese es el gran misterio.

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