La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Lo que motiva a los votantes

Las ofertas electorales han puesto el foco o en lo social o lo sentimental: la incógnita es qué valoran más los votantes

Más allá de que todos mienten con desahogo, como si dieran por supuesto que los indecisos se tragarán sus mentiras y los partidarios las disculparán, la mayor diferencia entre los candidatos de esta campaña electoral ha sido electromecánica y comercial: hacia dónde han dirigido los focos, qué partes de la realidad española han enfatizado, qué mercancía han tratado de vender a los consumidores y usuarios (ciudadanos y contribuyentes).

A ver. En pocas palabras, Pedro Sánchez ha puesto en el escaparate sus viernes sociales (salario mínimo, permisos de paternidad, pensiones), la única vía para ocultar la evidencia de que llegó a la Moncloa con el compromiso de convocar elecciones tras limpiar la corrupción del PP y se olvidó de la promesa en cuanto estrenó el colchón y voló en el Falcon. Pablo Iglesias supone tan sólo una variante del modelo Sánchez: todo lo conseguido en materia social ha sido gracias a la presión de Podemos, el PSOE por sí mismo nunca cumple del todo, si nos votáis habrá más de lo mismo, pero mejor. En su caso, lo que se oculta es la metamorfosis obvia del vendedor, que ya no es radical ni impugna la Constitución democrática.

Pablo Casado y Albert Rivera, que se apuñalan porque se parecen mucho y se disputan la misma clientela, tienen claro el monotema: la unidad de España está en peligro y es Sánchez quien la pone por sus enjuagues con los separatistas, no porque piense como ellos, sino porque los necesita para seguir en el poder. Por ambición y oportunismo. Eso es todo lo que han vendido en la campaña, en la que les ha salido un serio competidor, Santiago Abascal, que tocando la tecla de los sentimientos, la patria y la identidad española convence a un electorado más numeroso del calculado jamás por los otros dos.

De modo que lo que van a decidir estas elecciones es si en los votantes españoles pesan más los intereses o las ideas, el bolsillo o la cabeza, el estómago o los sentimientos. Mejor dicho, qué motivará más a cada votante (en realidad, a casi todos le influyen en distintas dosis ambos elementos incentivadores). En nuestra historia reciente ha habido ejemplos de las dos opciones. Ninguno es, pues, concluyente.

Hoy vamos a comprobar quiénes han tenido éxito con sus ofertas en el mercado electoral y quiénes se han estrellado. Mi impresión es que ninguno va a terminar ubicado al nivel de sus expectativas.

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