Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

¡Tus muertos!

Si ser populista es prometer lo inalcanzable, ni PP ni PSOE lo son: vienen cumpliendo con su proyecto de empobrecernos

Resulta evidente que los partidos nuevos y sus líderes no están por hacerse un Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? O sea, que han abandonado la decrépita cortesía parlamentaria, romana en su origen. Como ya nadie estudia ni griego ni latín, es natural que los jóvenes políticos de Podemos o de otras formaciones saquen a relucir la retórica de patio de instituto o lleven al Congreso el lenguaje de los grupos de WhatsApp, abiertos por algunos padres de alumnos para llamar a los profes cabrones. El ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? (Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?), al que nos referíamos más arriba, es el arranque del primer discurso pronunciado el 8 de noviembre del 63 a. C. por Cicerón en el Senado, contra Lucio Sergio Catilina, político romano acusado de conspirar contra la República. Los jóvenes parlamentarios prefieren términos más directos como ladrón o gánster para referirse a sus adversarios políticos. Los insultos del patio de mi colegio, el Dolores Romero Pozo de Cenes -escalera de la izquierda para los niños, escalera de la derecha para las niñas- también eran muy coloristas. Y había una escala que iba desde el inasumible "¡Me cago en tus muertos!" al simpático -casi tierno- "gilipollas". También estaba el rotundo "¡Me cago en tu nación!", que hacía referencia, pienso, a los ancestros del ofendido, puestos en fila hasta Adán y Eva, más que a la patria común. Luego, en mi infancia, como estábamos mal comidos y mal atendidos sanitariamente, proliferábamos los feos y los cabezones. Desde luego, el que tenía un defecto físico, se la cargaba. No daban lugar los otros niños a que creciera tu cuerpo y se fuera sincronizando con tu cabeza, siempre gorda, instalada en una estructura corporal enteca, si no famélica. Ahora, los insultos, en la vida pública, tienden a ser paralizantes: "Machista, populista, casta, fascista, bolivariano, corrupto…". Lo peor, por lo que veo, ahora mismo, es que te llamen "populista". Se conjuran los adalides de los partidos amenazados por las formaciones emergentes para tildarlos de "populistas". Los del PP, que han detraído de lo público dineros para sus campañas electorales y para sus confetis y langostinos, llaman, con toda razón, populistas a la hueste de Pablo Iglesias, colgándoles el sambenito de que prometen cosas inalcanzables para obtener votos. Ellos no, ellos, de seguir gobernado harán lo que han hecho hasta ahora, esquilmar el erario público en su beneficio. Nada de promesas vanas. Realidades contrastadas. Ahí está su currículo judicial, tan efervescente y vivo. Y la otra pata del bipartidismo, el PSOE, también tilda de populistas las promesas de Podemos. Con toda razón, también. Ellos no prometen nada que vayan a cumplir luego, en el poder. A las pruebas más recientes me remito. Podemos, por ahora, disfrutará del beneficio de la duda. Si queremos dejarlo en evidencia, apoyemos su moción de censura. Hagamos presidente a Pablo Iglesias.

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