LAS EMPINADAS CUESTAS

Amparo Rubiales

Las mujeres ganan el Nobel de la Paz

ENTRE tantas malas noticias, la semana pasada tuvimos una formidable: la concesión del premio Nobel de la Paz a tres mujeres africanas, dos de Liberia, con su presidenta a la cabeza, otra responsable de la organización Red de Mujeres por la Paz y la Seguridad, y la tercera periodista de Yemen, pacifista y responsable de "la huelga de sexo" que promovió en castigo a los hombres involucrados en la guerra; las mujeres de lo que se llama primer mundo decíamos ser las grandes olvidadas de la historia, y aunque cierto, las de los países africanos apenas son un recuerdo episódico en nuestras vidas; aparecen cuando les ocurre una catástrofe o tienen una revuelta, pero ellos/as viven día tras día su lucha por la supervivencia, sin que "los ilustrados europeos" sepamos de su existencia; por eso, y por tantas cosas como representan, es tan fascinante que el premio Nobel de la Paz haya recaído en tres mujeres africanas, con lo que se premia el papel de las mismas en el cambio social y político; el primer ministro noruego dijo: "Este premio es un tributo a todas las mujeres del mundo y a su papel en los procesos de paz y reconciliación".

El premio Nobel de la Paz, uno de los cinco que su creador especificó en su testamento, discutido en ocasiones, se concedió por primera vez en 1901 y desde entonces sólo lo han obtenido doce mujeres, incluyendo las tres de este año, lo que no llega a un 10%; en otras modalidades, las relacionadas con las ciencias, su porcentaje es aún menor, y, sin embargo, es también injusto, porque si ha habido muchos más hombres premios Nobel que mujeres, sólo es porque éstas han sacrificado sus vidas en su favor, y por eso estas tres mujeres simbolizan el reconocimiento a su esfuerzo titánico y la necesidad de hacerlo visible; "todo el mundo sabe ahora que nos preocupamos por la igualdad", dicen. Contar con las mujeres es necesario no sólo por razones de justicia, sino de eficiencia, de democracia, de reconciliación y de paz.

Las mujeres no han sido las responsables del fracaso colectivo que estamos viviendo; al revés, hacen posible que la vida cotidiana sea más soportable, y ese otro mundo mejor que persiguen, con muchas otras, no se logrará excluyéndolas. Con este reconocimiento vindicamos simbólicamente tantos siglos de injusticias padecidas. La revolución de las mujeres está siendo larga y difícil, pero es reconocida con este premio.

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