La colmena

Magdalena Trillo

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Las mujeres del 'procés'

Oriol Junqueras la situó hace cuatro meses como el 'mirlo blanco' a presidir el Govern; hoy se estará maldiciendo

Oriol Junqueras llegó a situar a Marta Rovira al frente del Gobierno de la Generalitat con una épica sentencia que lanzó a la militancia de su partido desde prisión: "La República tiene nombre de mujer". De esto hace cuatro meses. "Va siendo hora", advertía el presidente de ERC, "de que en este país una mujer esté al frente, una mujer que nunca se rinde, con una determinación y un convencimiento inigualables, sensata y audaz a la vez, tozuda y obstinada pero también dialogante y pactista. Todos a su lado, no la dejemos nunca sola".

Hoy se estará maldiciendo. Su mirlo blanco se ha rendido y ha huido. Marta Rovira se ha unido al club de fugados y ha contribuido a que la Justicia endurezca las medidas contra los artífices del desafío independentista que sí fueron consecuentes con sus actos y entraron en la cárcel. Ha dejado en la estacada a sus compañeros y mentores.

Ser mujer no es garantía de nada. No si un día te posicionas en la escala más radical del feminismo -ese que no habla de igualdad sino de superioridad- y al día siguiente te escondes en tu condición de mujer y madre para eludir tus responsabilidades. Es un atajo similar al que tomó hace un mes Anna Gabriel, una de las diputadas anticapitalistas de la CUP más antisistema. Puro cinismo. Se quitó el flequillo abertzale, se vistió de niña buena y se fue a Ginebra -una de las ciudades más elitistas del mundo- para eludir al juez Llarena.

Marta Rovira asegura que toma el "duro camino del exilio" para "recuperar su voz política" y "levantarse contra el Gobierno del PP". Ya sabemos que su hija se llama Agnès y que la quiere mucho. Que huye para seguir siendo madre. Y probablemente sea lo único sincero -creíble- de la carta-testamento con que ha enterrado su trayectoria.

España registra uno de los porcentajes más altos de toda la UE de mujeres en prisión. La ex directora de Instituciones Penitenciarias Mercedes Gallizo tiene publicado un libro recopilando las cartas que le enviaban los presos. Mujeres y madres, la mayoría por delitos de "drogas" y por su "dependencia tóxica" de los "hombres", concentran los testimonios. Y el mayor desgarro emocional es compartido: "Mis hijos son los condenados". Seguro que todas ellas se intercambiarían con Rovira... Pero ellas no son privilegiadas capaces de darnos lecciones (a todas) con la misma templanza con que desconcierta su cobardía. Cometieron un error, se saltaron la ley, y lo asumen. Entre barrotes. Sinceramente, no sé por qué el caso de la política catalana es diferente.

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