Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

¡La mundial!

Algún hiperbólico ha calificado las manifestaciones ante el Parlamento andaluz de 'kale borroka'

Estoy con Sócrates: "Sólo sé que no sé nada", pero la Wikipedia se las sabe todas y, lo que no encuentro en ella, suele estar en la red. Me sonaba que Napoleón III, el primer dictador burgués, le había encargado al arquitecto militar Haussmann que modernizara el laberíntico París medieval, construyendo amplísimas avenidas, difíciles de cerrar con barricadas, por las que el ejército pudiera acudir, veloz, a sofocar los levantamientos populares. Pero no estaba seguro y, como la Wiki no me lo aclaró, seguí buscando hasta dar con un artículo del profesor Garikoitz Gamarra titulado Benjamin y París, de las calles a las barricadas que ratificó mis recuerdos. La gente asusta mucho cuando se agolpa en la calle convocada por la rabia, el exceso o la injusticia. Las manifestaciones frente al Parlamento andaluz han inquietado a algún electo que las comparó con la kale borroka. El neoliberalismo reinante tolera y potencia las grandes avenidas que ha abierto en internet. Imposibles de cerrar con barricadas. Cuanto más anchas mejor. Más que barricadas, los muros del internet son válvulas de escape de la rabia y el odio que provoca la creciente esclavización de la población por un eficacísimo poder liberal, deslocalizado pero ubicuo, que dispone de medios tecnológicos para vigilarnos y controlarnos a placer. Blasfemas en la red, te cagas en lo más sagrado, propones la instalación de la guillotina en la Plaza de Oriente y no pasa nada; es como cuando salta la válvula de la olla a presión que olvidaste en el fuego, evitando la explosión. Pero te arremolinas en la calle y saltan todas las alarmas. El neoliberalismo consiente y santifica las propuestas de la ultraderecha y de sus formaciones porque, como los exabruptos de la red, no dificultan, por ahora, su dominio. El neoliberalismo no quiere que las mujeres regresen a casa a ser de nuevo los ángeles del hogar. Él las quiere productivas y compradoras. Sólo un meteorito, o sucesivas recesiones económicas, meterían en casa a las mujeres que las dos guerras mundiales pusieron en la calle para ocupar los puestos que habían dejado libres los soldados. Pero la presión de la olla popular puede ser tanta que termine explotándole en las narices. Y la serpiente de la brutalidad que ha depositado sus huevos en los nidos de algunos partidos puede también descontrolarse. Entonces: ¡la mundial!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios