No son mutantes

La muerte no forma parte de la juventud. La conciencia de que somos mortales marca el principio de la edad madura

Los jóvenes no son mutantes, por mucho que parezcan no ser sensibles a los síntomas del coronavirus y no sufran las mismas consecuencias que el resto de la población. Aunque los mutantes X-Men formen parte de su universo, no creo que nuestros hijos estén confabulados con el malvado Doctor Magneto para poner en peligro a la humanidad. ¿Qué es un mutante? Un ser que ha sufrido una variación en la información genética de su ADN. Algunas enfermedades como el albinismo o la hemofilia lo son, o características como los ojos azules. Por otra parte, las mutaciones son esenciales para que ocurra la evolución, como en el caso de la tolerancia a la lactosa que facilita la alimentación con lácteos en la edad adulta, que ha permitido, entre otros beneficios, fortalecer nuestros huesos y mejorar la talla. Toda la investigación genética tiene una gran importancia para comprender la evolución de la especie a través de la adaptación. Por ejemplo, en la pigmentación de la piel. Recuerden la manera de clasificar las diferentes razas humanas en las enciclopedias de los años cincuenta del siglo pasado. Decían "…el criterio más extendido de clasificación es el que divide a los hombres en cinco razas, teniendo en cuenta el color de su piel (blancos, negros, amarillos, cobrizos, aceitunados o malayos)". Tela marinera. No sé cómo hemos podido superar aquella enseñanza. No puede sorprender que la pigmentocracia (el poder y dominio que otorga el color de la piel), en concreto de la piel blanca, siga siendo un factor evidente en la organización del mundo, como es fácil comprobar en estos tiempos de movilidad global y del Covid-19.

No, los jóvenes no son todavía mutantes, aunque lo aparenten. Siguen teniendo la misma sensación contradictoria de querer apurar el momento que viven (carpe diem) como si no hubiera un mañana y a la vez de disfrutar de la inmortalidad. La muerte no forma parte de la juventud. La conciencia de que somos mortales marca el principio de la edad madura. Una prueba de que aún no son mutantes es que sienten como los personajes de Shakespeare en sus inmortales textos. ¿Quién como él supo contarnos el amor adolescente, la tragedia de los celos, la ambición sin límite, la más fría mezquindad, etc., en sus piezas teatrales o el más puro amor en sus sonetos? Aunque ya nos advirtió de que "la mucha amistad es fingimiento, el mucho amor, mera locura".

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