'nINOT INDULTAT'

Todo este asunto del indulto y de la naturalidad podría no ser sino una forma de dejar al señor Junqueras en la cárcel

Casi al tiempo que el president Aragonés tomaba posesión del cargo ante una distinguida ringla de golpistas, el ministro de Justicia, señor Campo, sugería que los españoles viéramos con naturalidad el asunto de los indultos. Unos indultos, claro, destinados a los señores antedichos, y cuyos beneficios, caso de haberlos, no alcanzamos a ver desde esta atalaya del sur, tan lejos de las razas superiores y el ADN sin taras. El caso es que el señor Campos es el mismo que decía que un juez se "había pasado tres montañas" por dar vivas el Rey en una monarquía parlamentaria. De modo que la naturalidad exigida por el señor Campo debe ser una cosa muy compleja y muy poco natural, de la que los golpistas, acaso, tampoco saquen nada en claro.

De momento, el único cambio que han notado los catalanes, a uno y otro lado del río Ter, es el despido de doña Pilar Rahola como articulista de La Vanguardia. Por supuesto, que una dama tan distinguida y principal pase a puestos de retaguardia debe significar algo, no sabemos qué, en el micromundo indepe. Lo que sí parece claro es que su tono conciliador, su natural ponderado y bonancible, habrá de aplicarse en otras consideraciones y otros frentes. ¿Y qué podemos decir sobre los indultados? Es de suponer que en los indultados hay de todo, menos arrepentimiento. Lo que no se ve tan fácil es la llegada misma del indulto. Da la impresión de que el Gobierno, donde ejerce su magistratura el señor Campo, cuenta ya con la oposición de quienes debieran aprobarlo. De modo que lo que quizá estemos contemplando es una tácita exculpación del Gobierno, quien manifiesta así su buena voluntad ante la adusta insensibilidad del Estado. Gracias a este previsible garantismo de las instituciones, el Gobierno puede cumplir vagamente con sus actuales socios, pero sin salir vilipendiado en exceso ante esa parte de la población española contraria a conceder el indulto a unos golpistas ufanos, procaces e irredentos.

La otra opción, la opción del ninot indultat, que pondría en la calle a una simpática muestra de delincuentes conjurados contra el orden democrático, no parece beneficiar a nadie. Ni siquiera al actual presidente de la Generalitat, que se halla asediado, como un Hamlet con barretina, por todos los espectros del independentismo. Con lo cual, todo este asunto del indulto y de la naturalidad, tan recomendada por el señor Campo, podría no ser sino una forma, poco elegante, pero efectiva, de dejar al señor Junqueras en la cárcel.

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